Elecciones en Francia

Ninis

La Razón
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Asisto con estupor a la peligrosa «infantilización» de la política. Los niños prodigio, que te rapeaban a Marx con bases de Gramsci, se dedican a romper la vajilla familiar y a eructar con «cocacolas». La segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas ha puesto a los de Mélenchon ante el espejo deformante de su propia insumisión. Los que desde la izquierda pregonaban ser el antídoto contra Le Pen se quedan silbando y mirando el cielo de París. En política hay que tomar decisiones y en estos comicios hay que decidir si se frena a Le Pen, como el propio Mélenchon frenó al padre hace 15 años pidiendo el voto para Chirac. Lo que ocurre ahora, en Francia y también en la España de Podemos, es que el discurso solo crece con cierta soltura sobre el estiércol, cierto que esa producción la tenemos a pleno rendimiento. Se refugian en eso de la abstención o el voto en blanco porque lo que no quieren reconocer es que el escenario preferido para ellos es el «cuanto peor, mejor». Si gana Le Pen, ellos se quedarían con la única voz en la oposición, o eso creen. Ese sibaritismo leído y relamido de una izquierda tan presuntamente divina como terriblemente mundana deriva en estas cosas, en el «colaboracionismo» interesado. Son los bautizados como «ninis» ni uno ni la otra. Y tienen siempre excusa a mano, ahora proclaman que las políticas de Macron derivan en fenómenos como Le Pen. Les falta añadir que también en fenómenos como Mélenchon si quisieran completar la tesis. Pero no la completan porque prefieren estar agazapados en los discursos. Esta hiperinflación de politólogos ha generado unos salmos laicos en los que se perciben las hormonas de las lecturas. Construyen relatos y enemigos etéreos y se presentan como esos caballeros andantes capaces de vencer «al mal y al capital», que diría la Bruja avería. La política ha caído en manos de guionistas con pelusilla en el bigote. Pero la clave de su acción política es precisamente que no haya acción. Que una acción no te rompa un mensaje, que un acto no te mate un relato. Por eso no hacen nada que suponga una responsabilidad añadida una consecuencia irreversible. Huyen de lo concreto para refugiarse en ecosistemas emocionales como «la ética», la suya, o eso que han dado en llamar «moción ciudadana». Las mociones de censura tienen un escenario y unas normas. Tengo para mí que esa moción con Iglesias como candidato no la vamos a ver, no le veo dispuesto a un ridículo parlamentario con «regañina» del resto de grupos.