
Ángela Vallvey
Partidos
Últimamente, el régimen de partidos anda confuso: hay motines internos, intrigas, traiciones, venganzas y más revuelos intestinos que en las tripas de los concursantes de Máster Chef... El sistema heredado de la Transición, agoniza. La tarta se repartía en dos grandes porciones y un pequeño resto para todos los demás, que ahora, alborotados, reclaman un mayor bocado.
Goethe fue un sabio al que admiro. De Alemania me encantan sus poetas, sus filósofos y sus ingenieros (sus políticos no me suelen agradar nada). Goethe conocía el alma humana y reflexionaba sobre Napoleón: «La razón principal de su poder de atracción consistía en que todos estaban seguros de que conquistarían sus fines guiados por él. Por eso se le adherían, como a todo aquel que infunde una creencia análoga. Los actores se adhieren a un director nuevo cuando creen que les dará buenos papeles. Éste es un cuento viejo que perennemente se repite. La naturaleza humana es así. Nadie sirve a otro porque sí; pero si cree que sirviéndole se sirve a sí mismo, entonces lo hace con gusto. Napoleón conocía a los hombres y sabía sacar partido de sus debilidades». Es cierto. Por eso en los partidos políticos españoles está sobreviniendo hoy este revuelo: la grey, el rebaño, la tropilla militante bulle de inquietud porque no confía en sus líderes, ergo, no está segura de que éstos lleven al partido, y por tanto a sí mismos, a la conquista del poder. Aunque, en realidad, no existan ya líderes a la antigua usanza: el liderazgo lo ejerce el partido como tal, como ente. No es que los dirigentes carezcan de dotes de autoridad y mando, sino que estos convulsos tiempos no garantizan supremacía en las urnas.
Así, algunos partidos políticos, como don Juan, parecen condenados a –estando aún vivos–, contemplar su propio entierro.
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