Rosetta Forner

Pasaporte

¿Padecemos de «Titulitis aguditis»? Obviamente, la certificación de que alguien ha cursado determinados estudios, es necesaria para, por ejemplo, presentarse a unas oposiciones, o en el caso del currículo, poder demostrar que lo que se dice haber estudiado, es cierto. Es fantástico que se equiparen las titulaciones en Europa, para que valga igual un título de grado o master aquí, en Alemania, o en el destino elegido por alguien para abrirse camino o para mejorar su destino. No obstante, más allá de la convalidación y equiparación de las titulaciones y estudios, independientemente de dónde se hayan cursado, deberíamos recordar que la posesión de un título no garantiza la competencia o la excelencia. Simplemente prueba la asistencia a las clases y/o que se estudió como marcaba cada profesor. La vida es una escuela que no titula pero si da oportunidades a aquellos dispuestos a alcanzar la excelencia mediante el trabajo bien hecho y el esfuerzo bien estructurado. Los mejores saben combinar tesón con materias en las que hacerse expertos, o como poco, competentes. Actualmente, con una juventud sobradamente preparada (por títulos que no quede), debemos recordar que en la «arena» de la vida real no rigen las mismas normas que en «la fábrica de títulos académicos». En ésta se necesitan capacidades para competir que no suelen tener que ver nada con el «hincar los codos». Es básico y primordial aprender. Por eso, el título debería tener un plus dependiendo de en qué Universidad se cursaron los estudios, y sobre todo de quién impartió la materia. Durante años he impartido clase en masters, escuelas privadas e incluso en la universidad, y he visto como la misma asignatura, dependiendo de quién la impartía, podía formar o, en su defecto, marear las neuronas de los estudiantes. Es necesario escoger cuidadosamente qué estudiar y con quién. Aprender no es lo mismo que memorizar. «La información es rumor hasta que está en el músculo que es cuando se convierte en conocimiento». Lo que marca la diferencia –y no viene con la titulación–, es la inteligencia emocional. Eso sí que abre las puertas del éxito.

Palabra de coach/PNL.