Política

Políticos

La Razón
La RazónLa Razón

He leído en varios medios que esta semana, en La India, 280 personas han muerto de la pena, de ataques al corazón y otros problemas cardiacos al conocer el fallecimiento de su dirigente política. Jayalalithaa Jayaram se llamaba la fallecida, dicen que fue una revolucionaria.

Los políticos son seres que, a veces, provocan estos hechos extraordinarios, incomprensibles para una mente occidental. También los hay que patalean y lloran a lágrima viva en Japón, confesando públicamente que malversaron. En China, los políticos se juegan la vida en el oficio: condenables a muerte en casos probados de soborno y corrupción. Otras veces nos sorprenden, pulcros y consecuentes, dimisionarios si trasciende que plagiaron un párrafo de su tesis doctoral. Inolvidable ministro alemán. Son seres que, en Estados Unidos, ocupan La Casa Blanca procedentes de donde sea, qué más da: Congreso, Senado, Hollywood o Wall Street. En ocasiones, merecen un Nobel de La Paz, como Juan Manuel Santos. Cierto que el jurado de ese galardón tiene motivos que, a veces, la razón no entiende. Santos representa la lucha de Colombia por la paz. Dylan, a los cantautores del planeta. Y los políticos, la talla moral de su país.

Tenemos lo que nos merecemos en esta España curtida en la picaresca y el timo. Ahí ves a los padres de Nadia, ocupando titulares por vivir supuestamente a costa de su hija enferma. Nuestros políticos, del mismo modo, encarnan lo mejor y lo peor de nosotros mismos. A los nuevos y jóvenes, a los incipientes, idealistas, bienintencionados políticos de todos los colores, a todos os doy las gracias por elegir una profesión tan desacreditada –alguien tiene que dedicarse a ello– y os pido, sobre todo, atrevimiento para mejorar la situación de la inmensa mayoría. Debéis procurar que la gente os quiera muchísimo. Con ese único indicador debería bastaros para saber que estáis haciendo un buen trabajo. Romped, por favor, con los errores desestabilizadores de quienes os precedieron en Democracia, con el nacionalismo manipulador de conciencias como el que se imparte, por ejemplo, en ciertos colegios de primaria catalanes, producto de una pésima política educativa consentida durante demasiados años, desde Madrid. Quizá merece la pena observar a vuestros homólogos, a veces remotos, gobernantes de poblaciones satisfechas. No moriremos junto a vosotros, políticos, pero seréis inmortales en la memoria colectiva. Decía Ortega y Gasset que el verdadero revolucionario no se rebela contra los abusos, sino contra los usos.