Cástor Díaz Barrado

Por el clima

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Los datos que nos llegan a diario dibujan un panorama muy poco satisfactorio en cuanto a la evolución del clima en el planeta y, sobre todo, respecto a las consecuencias que se producirán para la vida. Las advertencias de la mayoría de los científicos obligan a los Estados pero, también, a la sociedad civil a que se adopten medidas que impidan el deterioro del planeta y que combatan los efectos negativos del cambio climático. Existe una profunda preocupación en la comunidad internacional por estas cuestiones como se acaba de reflejar en la Cumbre del Clima que ha tenido lugar en Nueva York bajo los auspicios de las Naciones Unidas. No obstante, la inquietud que se percibe no es nueva sino que, en verdad, viene expresándose desde hace bastante tiempo. La dimensión medio-ambiental de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 también señala y se hace eco de esta preocupación y, en concreto, uno de estos Objetivos, el número 13, está orientado precisamente a llevar a cabo una intensa acción por el clima. No solo esto, sino que también los Objetivos destinados a la producción y consumo responsables, a la protección de la vida marina y a garantizar la vida de los ecosistemas terrestres responden y repercuten en las acciones que se adopten en relación con el clima. No obstante, el resultado de la Cumbre no se puede decir que haya sido plenamente positivo. No se advierte un compromiso real por los Estados de abordar las cuestiones del clima con intensidad y menos aún de aquellos que tienen una mayor responsabilidad a la hora de imponer medidas que impidan los perversos efectos del cambio climático. Estamos ante una retórica interminable que, sin embargo, apenas produce resultados. Como vienen señalando muchos expertos, no hay tiempo para discutir más sobre este asunto. Lo único que cabe es asumir compromisos, más pronto que tarde, que deben plasmarse en medidas concretas.