José María Marco

Post postverdades

La Razón
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El desafío independentista ha contribuido a desenmascarar varias «postverdades» nacionalistas que la atmósfera postmoderna de cierta Cataluña intenta hacer pasar por verdades incontrovertibles. También está contribuyendo a disolver algunas «postverdades» vigentes en el conjunto de España, muy en particular aquella según la cual la nación española no existe. Para el post 1-O, que es algo más que el 2-O, queda el dilucidar si estas lecciones se han aprendido. Otra «postverdad» es la de que los nacionalistas estaban contribuyendo a construir una forma de comunidad política nueva, integrada y abierta, que iba a ser pieza fundamental en la superación del antiguo problema, hasta ahora intratable, de las «nacionalidades históricas».

El primer punto se dilucidará, si es que se dilucida, en un futuro no muy lejano. El segundo atañe a las responsabilidades que a cada uno le caben en la actual situación. En realidad, también es cosa del futuro y más exactamente de los historiadores que establecerán lo sucedido. (La memoria histórica es otra cosa, más propia de manipuladores.)

Por el momento, lo que tenemos por delante es la culminación del desafío el próximo domingo y la necesidad de detener una deriva nacionalista instalada en pleno centro de la Unión Europea. Es imprescindible tener en cuenta a la opinión pública catalana, que, como indica la encuesta de LA RAZÓN del pasado domingo, parece que empieza a despertar de la alucinación en la que se ha encerrado en estos últimos cinco años. Y también es imprescindible respaldar al gobierno en su doble tarea de hacer frente al desafío por medios judiciales y policiales –es decir, aplicando la ley–, pero también haciendo la política que ahora mismo se puede hacer, que es elaborar un consenso básico entre partidos nacionales como hasta ahora no había existido. Evidentemente, caben muchas opiniones acerca de lo que vendrá después del 1-O, como sobre todo lo que se ha hecho mal para llegar al 1-O. Por el momento, lo conveniente es que los partidos nacionales apoyen al gobierno sin intentar sacar ventaja para el día después. (Azaña habla mucho de otros oportunistas como estos en sus diarios de guerra). Eso sin contar con que intentos como estos debilitan la enorme fuerza que podría conseguir cualquier partido nacional que se manifestara sin ambigüedades en este punto.