
Alfonso Merlos
Remontada
Las acciones tienen consecuencias; las leyes y las políticas, también. Y naturalmente las cosas bien hechas conducen a unos resultados y no a otros. No es el Gobierno. Somos los españoles los que con ineludible lentitud vamos a empezar a recoger lo que con exorbitante esfuerzo –no exento de dolor– se ha sembrado, desde el primer minuto de la legislatura. Porque España no ha conocido en democracia un poder ejecutivo más hiperactivo que éste. El reformismo –con sus aciertos y errores, claro que sí– elevado a su máxima expresión.
Es obvio. El crecimiento de los próximos meses no es aquel con el que soñamos los españoles. Es natural. La tasa de paro que vamos a tener que soportar está lejísimos de ser la deseable. Pero el camino se está rehaciendo, el rumbo se está retomando, el norte va apareciendo y este país ya no es el que era: el que iba de barranco en barranco y no había salido de un charco cuando ya se había metido en el siguiente –¡ay, los socialistas!–.
Los presupuestos no deben ser la manifestación de un deseo, sino el cuadro científico que expone una realidad a la que ineludiblemente nos dirigimos, en base a unos ingresos y unos gastos. Y dado su carácter científico, poco tienen que ver con un estado de ánimo. Con un mayor o menor optimismo, con una mayor o menor acentuada ilusión de nuestros ministros.
Pero no nos engañemos. La corrección de cuentas públicas del gabinete de Mariano Rajoy no se habría dado si millones de compatriotas no hubiésemos pensado que estamos en el sendero correcto. Que nos tenemos que sacrificar. Que nos tenemos que animar. Y que el proceso de recuperación no tiene marcha atrás. Ésa es la mejor noticia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar