Restringido

Salvar al soldado Sánchez

La Razón
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Dice Rajoy que habrá sorpresas. Eso no es aventurar mucho. La sorpresa forma parte de la vida misma, no digamos de la vida política. El veterano político gallego, como se sabe, no es partidario de arriesgar. Prefiere ir sobre seguro. Sólo arriesga en las quinielas, ¿o no? No se fía ni siquiera de los datos calentitos que le pone por la mañana junto al desayuno el gurú Arriola, que no son malos. Es un hombre precavido. Y eso que, desde que pasó por Bertín, se muestra más cercano y dicharachero, más humano, como si tuviera el triunfo en la mano o estuviera de vuelta de todo. Lo disimula, pero va de sobrado ante sus contrincantes novatos, y guarda toda su mala leche y las sorpresas para el esperado mano a mano con Pedro Sánchez, el «soldado Sánchez». Rajoy cree, con los datos disponibles, que el joven candidato socialista va de culo. Hasta parece que le gustaría echarle una mano por razones, digamos, institucionales. Además parece de fiar, no como otros. Lo ideal, piensa, sería seguir al trantrán, tuya-mía, sin interferencias, como siempre. Pero ya se ve que vienen nuevos tiempos, nuevos interlocutores, nuevos planes, que hacen el futuro impredecible y puede que sorprendente. Han sido cuatro años terribles en la Moncloa y lo que le pide el cuerpo es irse a descansar a Santa Pola.

En cuanto a los eslóganes salidos de ese saco de maldades con coleta que es Pablo Iglesias, y que han hecho fortuna, como «Operación menina», o el «Salvar al soldado Sánchez» del otro «emergente», a Mariano Rajoy le han hecho gracia. «Son cosas divertidas –ha dicho en Radio Nacional– porque al final crean ambiente». De eso se trata: de crear ambiente y distraer la atención, que ahora está más pendiente del sorteo de la Champions el lunes que del gran debate. Además de crear ambiente, habría que saber si estamos ante el irresistible ascenso de la «menina» Soraya Sáenz de Santamaría y de la estrepitosa caída del «soldado» Pedro Sánchez en esta emboscada. Si alguien se lo pregunta al político gallego, la respuesta será: ¡Quién sabe! Y si uno de los asesores le aconseja que meta caña al de la coleta, con aquello de Groucho Marx «estos son mis principios, pero, si no le convencen, tengo otros», sonreirá levemente tras las gafas y encenderá un puro.