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Testa coronada

La Razón
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Lo ha vuelto a hacer. Desprovisto de la servidumbre y la obediencia debidas a Cristiano Ronaldo, Gareth Bale se convierte en el futbolista pleno y eficaz, costalero de lujo, pues carga con la responsabilidad de mantener al equipo enganchado a la Liga. Suelta amarras y lucha, defiende, ataca, regatea, ordena, manda y sus remates de cabeza empiezan a estudiarse en las escuelas. Abusa de su potencia física, de su estatura, y cuando se eleva como un Santillana alcanza alturas que provocan vértigo en sus marcadores. Nueve goles de cabeza suma esta temporada, algunos valen tres puntos.

«No somos dioses, pero somos ingleses, que es casi lo mismo», espetó Peachy Carnehan –Michael Caine– a Danny Dravot –Sean Connery– en «El hombre que pudo reinar». Bale, galés, en las últimas confrontaciones ha ejercido de futbolista todopoderoso, liberado del influjo de Cristiano y empeñado en amortizar los cien millones que pagaron por él. Con el Madrid afanado en ganar a la Real, pero sin excesivos argumentos para hacerlo, su responsabilidad y su presencia brillan por encima del resto. Y es en este capítulo donde cabe preguntar por James. A Lucas Vázquez le dan una oportunidad y aprueba la oposición para los siguientes partidos. James pasa inadvertido, lo peor que se puede decir de alguien con su talento. Sin confianza en sus posibilidades, el genio colombiano, contrastado en grandes citas, se transforma en un futbolista vulgar, difuso, sin alma.

Con apuros ganó el Madrid; el Atlético, con una angustia que no es ocasional sino cantinela, también hizo los deberes. El Rayo le quitó el balón, pero a Griezmann, ese dios francés, le bastaron 40 segundos en el campo para marcar el gol del triunfo. En suspense no hay quien dé más.