
Reyes Monforte
Trituradoras

Se esté a favor o en contra del aborto (y me refiero al difícil momento en el que una mujer decide continuar o no con su embarazo por razones que el simple sentido común ampara, no al mero debate de supuesto arriba, supuesto abajo) , difícilmente podremos borrar de la imaginación la dantesca imagen de las trituradoras de las clínicas del Doctor Morín. Quizá ese artilugio, cuyo nombre parece más propio del atrezzo de «La Naranja Mecánica», sea la mejor prueba de lo conveniente y urgente que sería alcanzar un consenso para lograr una ley justa para todos, sobre todo para aquellas personas que más la necesitan porque se verán en la desagradable tesitura de avenirse a ella.
Lo que supuestamente sucedió en las clínicas del Doctor Morín, a tenor por las declaraciones realizadas por testigos protegidos y por las imágenes grabadas con cámara oculta por algunos periodistas, debería hacernos pensar en la conveniencia de no hacer más complicado lo que ya de por sí conlleva una pesada carga de dificultad. Se ha hablado mucho de la conciencia estos días. La conciencia de todo bien nacido no debería permitir que en situaciones tan delicadas que marcarán la vida de muchas personas, se permitan prácticas dantescas al amparo de unos beneficios económicos. Si la ley responde a las necesidades de las personas, situaciones como las vividas en estas clínicas no tendrían lugar. Y esa es la verdadera conciencia que debería importar. El Supremo ha ordenado repetir el juicio a Morín al que acusan de realizar cerca de 100 abortos ilegales, incluso en fetos de 8 meses. Lo que pasó ya no tiene remedio pero lo que está por llegar, sí. Es ahora cuando se deber obrar en conciencia.
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