María José Navarro
Yorchss
No levanto cabeza. No, no vayan a pensar que la comparecencia de Pujol y su poca vergüenza me tienen en la lona. Ni mucho menos, já, pues menuda chisgarabís es una, como para preocuparse por asuntos de Estado. Bueno, bien es verdad que no es edificante la desfachatez del caballero y tampoco el espectáculo dado por los parlamentarios catalanes afines al negocio. Además de Albert Rivera (que supongo que se siente libre por no tener absolutamente nada que ocultar) mis ídolos fueron los de la CUP, que se marcharon para no tener que soportar el enjuague político. Ya pensarán Vds. que estoy apoyando a unos antisistema. Pues bien, sí, en estas ocasiones en las que hay que dar un golpe en la mesa, sí, antisistema. Y si es necesario, en chanclas. Pero mi tristeza vital nada tiene que ver con que Vds. y yo misma estemos cubriendo a estos desleales reunidos en un clan familiar que le están haciendo la puñeta a su propia idea independentista. No. Yo estoy que no levanto cabeza por la boda de George Clooney. A ver. Que yo no digo que este ser humano de cincuenta y tres espléndidos, tremendos y mareantes años no tenga derecho a casarse. No es eso. Es que, llegados a esta etapa de la vida (y te lo digo por experiencia, George), qué necesidad hay de contraer. Qué necesidad, sobre todo, de restregarnos por el morro que te unes a una abogada mona, joven, prieta, lista y con un moreno natural que no se pasa en invierno. Hijo, qué decepción. Si no puedes ser de todas, ¿por qué ser de una sola mujer? Ains, qué coraje. Mañana no me llamen, que estoy de lutísimo.
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