Cosas que aprendimos...

...la pasada legislatura. Podría parecer el título de una película, evoca algunos muy conocidos, o podría ser el comienzo de un intento de enciclopedia teórica, exhaustiva y detallada, que recorriera las enseñanzas adquiridas en los últimos cuatro años. Pero no. No pretende ser, en realidad, ninguna de las dos opciones. Más bien aspira, en este inédito agosto político, a recopilar, como a vista de dron, los rasgos de la vida parlamentaria que han marcado el último periodo de sesiones. Usos y costumbres propias, con carácter en formación, modos adaptados a las nuevas circunstancias de la aceleración contemporánea que van configurando la Carrera de San Jerónimo del siglo XXI. Veamos cuáles son.

1. La importancia del minuto de oro. Llamar la atención con una propuesta original o armar un discurso excesivo y rupturista, en su forma o en su fondo, es un valor en alza entre algunos diputados para lograr el titular del día. Política a lo Warhol.

2. El poder de los bloques. Los vetos y las líneas rojas han ratificado sus fronteras y a veces pareciera que los pasillos del Hemiciclo son trincheras que separan y dividen: dos mundos que no se ven o que fingen no hacerlo.

3. Negociar como un malabarista. O el arte de tener abiertas varias líneas: los temas se cruzan y la solución de uno puede encontrarse en otro. Conectar los asuntos se ha convertido en la fórmula perfecta para alcanzar el pacto.

4. El valor de la minoría absoluta. Las alertas sobre lo exiguo de los números, lo ajustado de las sumas y la dificultad para alcanzar los apoyos que cada votación requiriera se han consolidado. Los ritmos de las calculadoras, poco a poco, tecla a tecla y operación a operación, han ido imponiendo la negociación «in extremis». Cada voto cuenta. Y cada minuto también. Si ya hemos asistido a taquicárdicas aprobaciones de leyes, la actividad parlamentaria regresa hoy, más intensa e incierta, en el estreno de la XV legislatura. A ver qué cosas aprendemos de ella.