Letras líquidas
La crisis de atención y el 23-J
En esa vorágine constante de estímulos, recién arrollados por el aluvión informativo de municipales y autonómicas, afrontamos la campaña que nos llevará hasta las generales
Podemos achacarle a la pandemia el considerarnos seres multitarea. Sin embargo, y aunque es cierto que exacerbó el vicio de «estar a todo a la vez», existen otros muchos factores en nuestro mundo acelerado que incitan a la falta de concentración. Algunos de ellos, hasta doce, los ha desgranado Johann Hari en «El valor de la atención» (Editorial Península): desde una tecnología que amenaza con manipularnos, hasta el desplome de la lectura sostenida, el mayor cansancio físico y mental o el estrés, la dieta o la contaminación, entre otros elementos. Una concatenación de circunstancias que, a modo de tormenta perfecta contemporánea, nos sitúa, en palabras del autor, «ante la peor crisis de la democracia desde la década de 1930». Y argumenta, con referencias científicas, la conexión directa entre la mayor dispersión de los ciudadanos y el recurso a soluciones políticas «simplistas».
Pues así, en esa vorágine constante de estímulos, recién arrollados por el aluvión informativo de municipales y autonómicas, afrontamos la campaña que nos llevará hasta las generales. Y conviene delimitar con nitidez algunas de las conclusiones surgidas de las urnas. Al menos, cabe destacar tres:
1. El cambio de tendencia. Los más de 750.000 de votos de diferencia del PP sobre el PSOE determinan un giro radical respecto al millón y medio de desventaja que cosecharon en 2019 y reflejan la transformación de la sociedad que emite su veredicto a través de las papeletas. El plebiscito, que terminó superponiéndose a la propia naturaleza más territorial de los comicios, derivó en una enmienda, casi a la totalidad, de la gestión socialista.
2. La desaparición de aquello que se llamó «nueva política». La debacle de Podemos en feudos como Madrid o Valencia y la evaporación de Ciudadanos, partido llamado a ejercer de bisagra y castigado con esa maldición del centro en España, agita el actual tablero ideológico y rediseña el viejo bipartidismo que no vuelve, sino que se reinventa en un bibloquismo cada vez más acusado.
3. Un marco mental hiperbólico. Los posicionamientos frentistas, de facciones irreconciliables, desvían el debate público a espacios alejados de políticas pragmáticas y útiles para instalarse en la exageración ideológica, en estrategias feroces, como la que marcó Sánchez ante sus diputados y senadores, elevando a la categoría de «trumpismo» cualquier postura y también su contraria.
Ya hay quien apunta que nos dirigimos hacia las elecciones más trascendentales de nuestra democracia. Exageraciones o no, en cualquier caso, conviene que prestemos atención a lo fundamental y nos enfoquemos (bien) en el 23-J.
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