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El buen salvaje

Cristóbal Montoro, el último friqui del tamarismo

Hemos descubierto que Montoro no borra a Cerdán ni a Ábalos, pero engrosa la lista de los que pensaban que eran Julio Iglesias y no llegaban a la punta de la corbata de Luis Aguilé

Netflix acaba de estrenar la mejor serie española del año, «Superstar», un paseo por la España de los 2000, cuando Crónicas Marcianas escupía friquis alrededor de Tamara con su «No cambié», Paco Porras leía el futuro en un nabo y Leonardo Dantés triunfaba con «El baile del pañuelo». Es una obra maestra. Tal vez me quede corto. Ni Buñuel ni Valle-Inclán lo habrían hecho mejor, claro que «Superstar» no sería lo que es si no existiera la tradición de Buñuel o Valle Inclán a los que el director, Nacho Vigalondo, les debe algo de sus derechos de autor. Me acuerdo del visionado de la serie cuando leo las noticias sobre Cristóbal Montoro. Creo que la historia del ex ministro llegó tarde a la sala de montaje de la serie. Montoro, al cabo, fue un friqui de comienzos de este siglo, creyó leer el futuro en una coliflor y, en vez del tamarismo se apuntó al sorayismo ilustrado con el mismo énfasis que aquellos personajes ponían en salir en televisión muriese quien muriese.

Lo que nos viene a decir «Superstar» es que España no se entiende sin el esperpento, y lo de Montoro es verse en perspectiva en los espejos del callejón del gato. Las tragedias, para Europa, España no llega a eso, por eso se deforma como el que fuera nefasto titular de Hacienda para convertirse en un chiste.

Montoro no es peor que Montero, que nos deja a los andaluces con la mano extendida pidiendo limosna, como toda la vida; ella, que es como la madre de la Pantoja, que nunca debió salir de Sevilla. Pero no se trata, en este artículo al menos, de quién hace más daño sino de quién, creyéndose listo, es más ridículo, y ahí Montoro es el ganador, el puto amo de la guarida de Drácula. Hemos descubierto que Montoro no borra a Cerdán ni a Ábalos, pero engrosa la lista de los que pensaban que eran Julio Iglesias y no llegaban a la punta de la corbata de Luis Aguilé. Eso es un friqui, luchando contra todos los elementos para que el común lo tenga en consideración. Aunque me temo, solo me temo, que al contrario de los personajes de la serie, no tiene un buen fondo que lo redima.

No tengamos inquina al personaje por todo lo que nos esquilmó, como una Montero de derechas, al cabo aquel dinero ya se perdió en las noches de luces de bohemia, sino por querer pasar por un lumbreras cuando se trataba de un pobre hombre que quería hacerse rico. Otro esperpento. A lo lejos suena «No cambié» e imagino a Montoro, como a tantos otros, maquillado como Tamara, imitándola, pero sin llegar al genio de la original.