El bisturí

Las cuatro enseñanzas de las elecciones catalanas

Una tercera conclusión relevante es la absoluta irrelevancia en la que se está sumiendo la formación de Yolanda Díaz en todos los territorios en los que se han celebrado elecciones.

Aunque los resultados de las pasadas elecciones catalanas pueden dar lugar a tantas interpretaciones como sentidos recónditos es capaz de extraer la cábala de la Torá judía, hay varias que no dan pie a equívoco alguno y constituyen sabias enseñanzas de cara al convulso devenir político en el conjunto del país. La fundamental, obviamente, es que la gran victoria de Salvador Illa refuerza de algún modo el mensaje «pacificador» de Pedro Sánchez frente al independentismo. Éste, de hecho, se ha desplomado casi en la misma forma en la que ha triunfado el Partido Socialista Catalán (PSC), lo que apuntalaría las tesis esgrimidas por el presidente del Gobierno de que el frentismo con los secesionistas no conduce a nada y además resta votos, mientras que hacer lo contrario los suma y apacigua además a las bases de los rivales. El escrutinio final certifica este aserto y confirma al mismo tiempo que muchos independentistas están literalmente hartos de la gestión de sus líderes. Frente a la pujanza de Madrid, Cataluña es hoy una autonomía degradada física y jurídicamente, y la única forma de revertir tal deterioro en la mentalidad separatista ha sido apostar por Salvador Illa, al que erróneamente se le atribuye fama de buen gestor. De ahí el trasvase de votos hacia un partido en teoría constitucionalista.

La segunda conclusión es que tras estos comicios tanto Junts como ERC tendrán posiblemente de forma paradójica, más relevancia en la política nacional que en la catalana. Los primeros apenas avanzan, y los segundos se han despeñado por el precipicio de su propia radicalidad e incompetencia. Por desgracia, no parece que el nuevo peso que vayan a jugar ambas formaciones separatistas en Madrid vaya a poder conocerse antes de las elecciones europeas porque Pedro Sánchez se cuidará muy mucho de enseñar sus cartas a los electores, como ya hizo en el pasado con Bildu en la Comunidad Foral de Navarra.

Una tercera conclusión relevante es la absoluta irrelevancia en la que se está sumiendo la formación de Yolanda Díaz en todos los territorios en los que se han celebrado elecciones. A diferencia de Vox, que sorprendentemente ha resistido con fuerza en Cataluña, la extrema izquierda representada por la vicepresidenta del Gobierno parece abocada a su diseminación, por lo que no parece descabellado pensar que Sánchez esperará al momento idóneo para quitarse de encima un lastre que, además, le perjudica por su radicalidad en el Consejo de Ministros. ¿Qué base electoral sustenta que Yolanda Díaz cuente hoy en día con cuatro ministros en el Gobierno del que forma parte? Absolutamente ninguna. El abrazo incondicional al sanchismo por parte de Yolanda Díaz es el principio del fin de la formación que a duras penas todavía lidera.

Otra enseñanza que dejan las elecciones catalanas es que la división en la derecha perjudica a los partidos que la integran y sólo da alas a la izquierda a la que se enfrenta. Es cierto que PP y Vox han logrado excelentes resultados en una plaza que siempre les torea, y que han absorbido los votos de Ciudadanos, un partido que ya es pasado, pero también lo es que, si hubieran concurrido juntos a los comicios, ahora serían seguramente la segunda fuerza política en el arco parlamentario catalán. Palabras mayores en un escenario que hasta ahora estaba dominado por los partidarios de la desconexión total.