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Tribuna

Hacia la cumbre mundial de la cultura

La poesía, como ya sabían en la Antigua Grecia, influye en el corazón ético y moral del ser humano, guarda las emociones y los sueños de los pueblos y los impulsa hacia el futuro

Graciano García

«Solo vuelan los pájaros, los ángeles, y los hombres cuando sueñan», escribió Saramago. Yo nunca he dejado de soñar. Recuerdo con frecuencia que a mi edad –camino hacia los ochenta y seis–, hacía años que don Quijote había regresado a su casa y mandado a Sancho a la suya. Había abandonado con pena a Rocinante. Ya no tenía entuertos que enderezar, serpientes que descabezar, encantamientos que frustrar, malandrines y gigantes que vencer, y ya no se enamoraba de oídas, como él mismo decía.

Unir los nombres de Asturias y de la Poesía me pareció, en un día en el que nacía la primavera, un hermoso proyecto, un sueño más en mi vida. Porque Asturias es tierra de poetas, empezando por aquellos que, tan cercanos a mí, con sus manos y heroica voluntad, escribieron versos con su trabajo en las minas. Así nació, en 2019 la iniciativa «Asturias, Capital Mundial de la Poesía», un proyecto cultural único en el mundo, de vocación profundamente europea, que responde al llamamiento de las Naciones Unidas para celebrar cada 21 de marzo el Día Mundial de la Poesía. Un camino hacia la cumbre de la cultura mundial, como lo definió mi entrañable amigo Antonio Colinas.

«Asturias, Capital Mundial de la Poesía» tiene como objetivo prioritario promover el cultivo y la lectura de esta expresión artística, a la que un gran poeta ha calificado con acierto como «otro nombre de la libertad». Parafraseando a Cervantes en El Quijote, es una idea «para caminar dando pasos más allá de las montañas y contemplar la hermosura del cielo». Este proyecto aspira a convertirse en una seña de identidad de Asturias y, más aún, en una invitación a los españoles a construir juntos una esperanza. Pretende que los creadores y los hombres libres del mundo sepan que aquí tienen una patria en un tiempo de confusión al que le faltan la luz y la esperanza de la poesía.

La iniciativa no requiere grandes infraestructuras ni gastos logísticos; se sustenta sobre las estructuras públicas y privadas ya existentes. Sus principales señas de identidad, al igual que las de los aedos de la antigüedad europea, son preferir el camino a la posada, mirar alto y a lo lejos, y la humildad de sus recursos materiales. Su propósito es sencillo pero ambicioso: que los asturianos se regalen libros de poesía o poemas en esas fechas; que los versos inunden las redes, las calles, los restaurantes, los escaparates, las clínicas, los taxis, los autobuses, los trenes y los aviones; que haya recitales, concursos, conferencias, charlas y pregones; que en las calles se recuerden versos patrimonio de la humanidad; que se realicen homenajes a insignes creadores y publicaciones especiales en la prensa; y que se fomente una vinculación permanente entre Asturias, la poesía y quienes se sumen a esta causa.

La poesía, como ya sabían en la Antigua Grecia, influye en el corazón ético y moral del ser humano, guarda las emociones y los sueños de los pueblos y los impulsa hacia el futuro. Es la expresión artística que mejor se adapta a estos tiempos de urgencia, pues tiene que ver con la vida misma: puede memorizarse y viajar con nosotros. Un solo verso certero puede llenar de sentido una existencia. Como afirmó el escritor Amos Oz, «donde no hay poesía triunfa el mal». Julián Marías escribió que «al mundo le faltan versos y le sobra fanatismo, violencia» y Federico García Lorca definió la poesía como «una alerta a la sociedad». Sin conocimiento, sin ideas, sin libros, sin poesía, corremos el riesgo de descubrir un día que nos han robado la esperanza.

«Asturias, Capital Mundial de la Poesía» tiene raíces profundas. En 1994, con motivo del 250 aniversario del nacimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos, se creó el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos para homenajear al ilustrado asturiano, un poeta y pensador cuya obra constituye un programa de regeneración social. Asturias, además, cuenta con una larga tradición poética: desde Jovellanos en el siglo XVIII hasta Campoamor en el XIX, pasando por figuras del siglo XX como Pérez de Ayala, Gamoneda, Bousoño y Ángel González, y llegando al XXI con poetas contemporáneos como José Luis García Martín, Xuan Bello y Javier Almuzara, todos miembros del jurado del Premio Internacional de Poesía Jovellanos.

Porque, además, cada 21 de marzo, Ediciones Nobel premia desde Asturias al mejor poema escrito en cualquier lengua con el Premio Internacional de Poesía Jovellanos, buscando «el mejor poema del mundo». Desde 2013, más de 15.000 autores han participado, consolidando a Asturias como un referente poético global. En un mundo que enfrenta cambios profundos impulsados por la inteligencia artificial y la biología sintética, la poesía sigue siendo indispensable. Como dijo Neruda, los poetas existen para «cantar con sus pueblos y dar al hombre lo que es del hombre: sueño y amor, luz y noche, razón y desvarío». Asturias, con esta iniciativa, se propone ser la voz que cante a los colores del alba, sembrando una semilla de esperanza cuya magnitud aún está por descubrirse. Y que cada 21 de marzo florezca en el corazón de cada persona una esperanza mirando estas montañas que una vez defendieron nuestra libertad y la de todos.