Proclamación de Felipe VI

La irresponsabilidad del PSOE

Un problema de «forma» será el motivo que esgrimirá el PSOE para abstenerse en la votación que tendrá lugar en la comisión parlamentaria para el aforamiento del Rey Juan Carlos. La decisión fue adoptada por la Comisión Permanente de la Ejecutiva socialista, lo que comporta un acuerdo político que rompe el consenso que hasta ahora habían mantenido sobre la Monarquía. Durante el proceso abierto desde la abdicación del Rey el pasado 2 de junio hasta la proclamación de Felipe VI, Pérez Rubalcaba ha demostrado sentido de Estado en el momento histórico en el que se había planteado la sucesión en la Jefatura del Estado, pero ahora se ha echado en falta una actitud responsable. Habrá que repetir de nuevo que el aforamiento de Don Juan Carlos no es una prerrogativa personal sino una protección legal. El PSOE vive un momento de zozobra e indefinición, sin un líder claro y replanteándose el modelo de partido y temas que hasta ahora parecían claros, como la fidelidad a la Monarquía parlamentaria representada por Don Felipe. Justificar problemas de forma para no apoyar las enmiendas a la Ley Orgánica del Poder Judicial, que es donde se va a definir el nuevo estatuto legal de Don Juan Carlos y Doña Sofía, resulta un argumento demasiado débil y torticero porque, si de verdad lo consideran un asunto de «tanto calado», como así lo han definido, partiendo de que el aforamiento debe realizarse con urgencia –ya que justamente el objetivo es proteger jurídicamente a una figura excepcional de nuestra historia de acciones penales sin ningún fundamento aunque con tirón mediático–, el método empleado era el indicado puesto que se trata de una ley orgánica, que es la norma de más alto rango. El Grupo Popular apostó por el consenso, pero se encontró con un PSOE enfrascado en un debate interno –si se puede llamar así– sobre su «alma republicana». El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ha señalado que el aforamiento del Rey no es un privilegio porque supone una renuncia obligada a la segunda instancia y lo que busca es «fortaleza institucional». Pero ha primado más afianzar el perfil izquierdista del PSOE que buscar una fórmula de protección a la que poderse sumar. Respecto al republicanismo del socialismo español hay que tener una cierta precaución. En primer lugar, ni en sus orígenes ni durante la Segunda República fue un defensor de ese régimen: siempre antepuso sus objetivos programáticos y revolucionarios por encima de la República. En segundo lugar, reivindicar o sentirse heredero del régimen de 1931 demuestra un preocupante desconocimiento de nuestra historia, al no ser un capítulo que hoy nos sirva de ejemplo si no es sometido a un serio proceso crítico. Pero el PSOE no querrá llegar tan lejos porque vive instalado en una política de vuelo gallináceo.