Relevo en el PP

Un presidente para el futuro de España

La Razón
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El Partido Popular tiene desde ayer un nuevo presidente nacional. Pablo Casado fue la elección mayoritaria de los compromisarios que ejercieron su derecho al voto en el XIX Congreso. Recibió 1.701 sufragios frente a los 1.250 que logró la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. O lo que es igual, el 57% de las papeletas emitidas frente al 42% de la otra candidata, 15 puntos de diferencia que es un margen incontestable. El PP ha consumado el proceso de relevo de su dirección después de la dimisión de Mariano Rajoy y la moción de censura y lo ha hecho por primera vez en unas primarias a doble vuelta en un procedimiento que ha resultado positivo y enriquecedor para esa formación y por ende para el régimen de partidos de nuestra democracia. Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría enfrentaron sus enfoques alternativos en buena lid con las tensiones lógicas de cualquier práctica electoral de estas características. Pero en líneas generales hubo limpieza, respeto y sana competencia, por lo que entendemos que la experiencia ha supuesto un paso adelante en la apertura a la sociedad del PP y para nada un retroceso o un lastre de cara al futuro. Por más inesperada que pudiera resultar para muchos dentro y fuera de la formación conservadora, la victoria de Pablo Casado atesora muchos méritos en sí misma. Hay que recordar que su candidatura en la primera vuelta era casi considerada como la de un espontáneo que saltaba a la arena contra los dos grandes pesos pesados como eran Sáenz de Santamaría y Cospedal. Sin agarraderas en el aparato, al que fuera portavoz del partido se le auguraron escasas opciones de salir adelante. En medio de ese escepticismo, Casado, en un trabajo de campaña realmente excepcional, con ideas claras, y con la reivindicación de los principios que el afiliado y el simpatizante del PP querían oír, fue capaz de pasar el corte y de quedarse muy cerca en apoyos de la todopoderosa exvicepresidenta. Ese casi 60% de compromisarios que le otorgaron ayer su confianza en la segunda vuelta de las primarias suponen la ratificación de que Casado y su mensaje son los elegidos para liderar el nuevo comienzo de un partido ganador. La apuesta por la juventud, el entusiasmo, las ganas y el coraje sin complejo alguno y con todo el orgullo de pertenencia a un colectivo representan el mandato hacia un relevo generacional, orgánico y político que no debe mirar atrás, más que para coger impulso y recordar un legado, y que está obligado a pensar en el porvenir con renovados y competentes equipos de confianza que sepan consolidar y robustecer una alternativa mayoritaria de gobierno al que la izquierda y sus socios independentistas y antisistema proponen hoy para el país. El discurso de Pablo Casado en el plenario y la respuesta del auditorio manifestaron una conexión evidente durante todo el parlamento. Realmente, más allá de su probada capacidad para la oratoria, su exposición fue magnífica, vibrante, detallista y habilidosa, con mensajes nítidos, recuerdos necesarios, sin olvidar a nadie y con citas personales, territoriales y sectoriales. E ideas y principios imprescindibles, compartidos, entendemos, por una mayoría de españoles. Los que demandan un empuje ideológico, que se priorice la política sin olvidar la economía, que se ponga en valor el partido de la libertad, de las personas, de la vida, la familia, la unidad de España o la lucha contra el terrorismo. Y que se haga entender también, abierto a la sociedad, que se recuperen espacios perdidos y se conecte con las plataformas cívicas como altavoces necesarios. Casado habló de honradez como cualidad ya de la inmensa mayoría de los hombres y mujeres del PP y clamó contra los juicios paralelos y las dobles condenas, que son también un síntoma deplorable de la corrosión del sistema. En ese nuevo PP, España, la nación de todos, unida y vertebrada, será una idea fuerte y beligerante contra todos aquellos que están empeñados ahora en debilitarla, vaciarla de contenido y emborronar su pasado y su presente para que no tenga futuro. Que Casado esté ahí para responder y frenar a los enemigos de la Constitución resulta esperanzador. También como parapeto a lo se engendra en la Cataluña separatista que no invita a la tranquilidad y que exigirá de los populares capacidad de movilización y respuesta.

El PP llegó al congreso en estado semicomatoso, depresivo, desorientado como el boxeador sonado que se creía eterno campeón y un directo a la mandíbula le mandó a la lona. Aturdido, sin saber qué hacer, buscaba soluciones, una tabla de salvación. Alguien que enseñara un nuevo camino con el que ilusionarse, y sentir orgullo de pertenencia a un partido de miles de personas mayoritariamente honradas y trabajadoras. Han salido del cónclave con la satisfacción de haberlo encontrado, de creer que Pablo Casado los guiará por un sombrío tiempo de incertidumbres para España, y que sabrán encontrar las respuestas por el bien de todos, sobre todo de la nación. Creemos que el PP ha acertado con Casado, y que ahora el partido debe cerrar filas con su líder y no dar bazas a los adversarios. No es tiempo de personalismos y sí de digerir con lealtad los resultados. El presidente del PP ha prometido un proyecto de «manos blancas, bolsillos vacíos y corazón enamorado» de esa «España que madruga». Y ahí caben muchos, muchísimos.