V de Viernes

La energía del vacío

También denominada “de punto cero” o “libre”, es inagotable porque se nutre del “vacío cuántico”, y puede cambiar el mundo

Uno de los misterios que intenta escudriñar el Colisionador de Hodrones (LHC) del CERN o “Maquina de Dios”, instalada bajo tierra en Suiza, es el misterio de la “materia oscura”, formada por partículas invisibles, de cuya esencia nada se sabe: es imposible medirla, si bien su existencia se comprobó al detectarse como se curvan las imágenes en el espacio remoto, dado que esa materia opaca impide el paso de la luz cuando ésta se proyecta sobre ella. En el Universo solo el 5% de la materia es visible (estrellas, planetas y galaxias), siendo el otro 95 % desconocido (el 27 % materia invisible oscura y el 68% energía opaca). Esta “energía opaca” omnipresente es la fuerza que mueve el universo, su motor, y no se diluye nunca: cuanto más grande se hace el Universo, más energía opaca hay.

Dijo Einstein que el espacio es flexible y puede doblarse, torcerse, deformarse, permite túneles o portales eclipsados que lo atraviesan conectando dos puntos entre sí de manera inmediata, con zona de partida y destino, en trayecto desconocido. O sea, el espacio-tiempo es dinámico gracias a la energía que contiene, denominada “opaca”, y no se diluye, sino que aumenta. Cuanto más grande se hace el universo (y crece constantemente) más energía obscura hay. Se trata de una energía parecida a la “energía del vacío”, también denominada “de punto cero” o “libre”, omnipresente e intrínseca al propio espacio, y formada por “campos gluónicos” (del inglés “glu”, pegamento), que permiten unir protones y neutrones para formar los núcleos de los elementos químicos que conocemos. Esa energía generada por la “nada” (el vacío), produce el “efecto casimir”: dos placas de metal, situadas en una caja con vacío total, se atraen entre sí, sin ser por efecto electromagnético o de gravedad. Las placas simplemente se mueven por la inercia de la energía que contiene el vacío, olas de perturbaciones cuánticas infinitesimales que las empujan a juntarse.

Luego el espacio vacío, o sea, la nada, genera energía que es infinita. Estamos rodeados de mucha energía que se podría utilizar, y cambiaría el mundo. Nikola Tesla decía que en el futuro las máquinas “serán impulsadas por un poder que se puede obtener en cualquier punto del universo”, un mar de energía del “nanomundo” explotable con nanotecnología magnética de espines de electrones o imanes estables. Cabe pensar entonces en baterías inagotables para el móvil, y coches o aviones que se van cargando todo el tiempo con células de energía del vacío. Mientras que un panel fotovoltáico necesita alimentarse con luz solar, y los aerogeneradores del viento, esas “células de punto-cero” se nutren indefinidamente del vacío cuántico, o sea, de la nada. La misma energía libre que permite que nuestros sms, videos o fotografías vayan y vuelvan en un segundo de aquí a Australia tras activarse un simple código QR o código de barras.