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Errejón, cuando el sexo es poder, casualidades y paro

Todo sucede, a veces sí hay coincidencias, cuando Yolanda Díaz y Sumar atraviesan momentos políticos complicados, en su larga marcha hacia la irrelevancia

Oscar Wilde (1854-1900), el autor de «El retrato de Dorian Gray» y el personaje que escandalizó –y pagó por ello– a la Inglaterra victoriana, tan puritana como hipócrita, lo dejó escrito y bien escrito: «Todo en la vida trata sobre el sexo, excepto el sexo; el sexo trata del poder». Íñigo Errejón, que sí es leído, a diferencia de otros, quizá no recordó la cita cuando escribió su estrambótica y delirante explicación a lo inexplicable y para refugiarse en la «toxicidad subjetiva» y en la «vida neoliberal. Todo es más sencillo y está condensado en las palabras de Oscar Wilde. El comportamiento de Errejón, según lo que se sabe hasta ahora, era una especie de síntesis entre sexo y poder. Tan antiguo como la vida misma, algo que no reduce su gravedad, acentuada porque formaba parte de un partido que enarbola la bandera feminista como nadie y presume de ariete del machismo.

Voltaire (1694-1778), otro clásico que también conoce Errejón, decía que «lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido». Tras la denuncia pública, sin citarle, pero era obvio, de Cristina Fallarás a Errejón, la de ayer, en otro ámbito de Elisa Mouilaá, y otras acusadoras, parece que se trataba de un secreto a voces, sin que tampoco haya explicación para que hasta ahora permaneciera oculto. Todo sucede –a veces sí hay coincidencias– cuando Yolanda Díaz y Sumar atraviesan momentos políticos complicados, en su larga marcha hacia la irrelevancia, atrapados, casi sin margen, en la necesidad de apoyar a Pedro Sánchez ocurra lo que ocurra y sin crear demasiados problemas. La oposición cargará otra vez contra el presidente por haber tenido entre sus socios un personaje como Errejón, pero el nuevo escándalo también distrae la atención de otros asuntos y le da algún respiro, aunque sea temporal, al inquilino de La Moncloa. No era, ni es asunto suyo, pero si estaba tan extendido, es poco creíble que por lo menos los asesores presidenciales no hubieran oído algo del asunto. Al fondo, Pablo Iglesias, aplaude con las orejas la caída en desgracia de su examigo Errejón, mientras se la mantiene jurada a Sánchez y procurará, sí, destruirlo. El presidente, mientras, se envuelve en los datos de paro y empleo, los mejores desde 2008, antes de la Gran Recesión. Son positivos, hay más gente que trabaja y menos en el paro, pero las horas trabajadas –617 millones a la semana– están estancadas y eso hunde la productividad. Errejón ya es historia, pero lo suyo tendrá consecuencias. «El sexo trata del poder», ya lo sabía Óscar Wilde.