Opinión

España es Frankenstein

La cosa no es fácil porque todos los socios están en plena partida de Póker. Es importante que el PSOE y la izquierda abanderen sin tapujos ni complejos su idea de España

Mi buen amigo y compañero José Antonio Vera y un servidor nos enzarzamos ayer en la tertulia de Onda Cero que en verano dirige Rubén Bartolomé. El motivo, como no podría ser de otra manera, las negociaciones de la Mesa del Congreso. Unas negociaciones que transcurren entre bambalinas, sin luz ni taquígrafos, con secretismo porque un movimiento en falso puede dar al traste con un acuerdo para nombrar la dirección de la Mesa en el pleno del próximo jueves. Vera defendía con ahínco que el presidente Sánchez quiere llegar a un acuerdo a costa de lo que sea para después refrendar medidas como la amnistía en el Tribunal Constitucional, ahora con mayoría progresista, y reeditar su gobierno Frankestein. Mi respuesta fue contundente: España es Frankenstein.

Los resultados de las últimas elecciones así lo avalan. La mayoría de este país tiene dos patas: la izquierda y la periferia. La minoría de la derecha queda sin interlocutor en esta tercera España y por eso es incapaz de armar mayorías. Solo le queda la muleta de la ultraderecha que le permite cerrar acuerdos en ayuntamientos y comunidades autónomas, al tiempo que la aleja de la mayoría. El jueves se elige la Mesa, pero con la mesa elegida la España Frankenstein está obligada a cerrar un acuerdo si quiere evitar una repetición electoral por la que ya se apuesta en la calle Génova con escaso disimulo. La crisis de Vox ha dado además alas a esta opción con la esperanza de pasar el rastrillo del voto útil.

Pedro Sánchez está obligado a conseguir este acuerdo. Primero por una razón pragmática, quedarse sin gobierno seis meses más no ayuda a la estabilidad ni a aprovechar oportunidades. El país se bloquea. Segundo, una táctica: cerrar una mayoría progresista en la dirección del Congreso. Y tercero, la razón estratégica: tomar la iniciativa y ejercer el liderazgo.

La cosa no es fácil porque todos los socios están en plena partida de póker. En lo táctico, sin duda, pero también en lo estratégico. Y en este punto, es importante que el PSOE y la izquierda abanderen sin tapujos ni complejos su idea de España. No es la misma que la idea de la derecha, pero para eso hay que ser pedagógico -como se fue con los indultos- y, lo más importante, ser arriesgado y valiente.

Los independentistas, sobre todo Junts per Catalunya y Puigdemont, levantan la bandera del referéndum -que no será de independencia pero sí de reforma ampliada del Estatut- y la amnistía. ¿Por qué no coge esa bandera el socialismo español? Por qué el presidente Sánchez no asume ese concepto y lo naturaliza llevando el debate al congreso. Y allí donde reside la soberanía del pueblo español se profundice en un movimiento, constitucional evidentemente, para plantear una situación política que ahonde en el reencuentro entre diferentes y rehúya, más bien rechace, la confrontación. La pelea de gallos ya sabemos dónde nos llevó. Los indultos fueron un revulsivo para la situación y la amnistía puede ser la piedra de toque para revalidar unas normas de convivencia que se rompieron en 2017. El independentismo sabe también que debe jugar esta baza, pero mientras pueda exhibir el victimismo las heridas seguirán abiertas.

El PP debería también cambiar de tercio porque no se puede gobernar España a espaldas de Euskadi, Navarra y Cataluña. Lo debería hacer abandonando esa idea de que se puede ganar en contra de estos territorios con los votos del resto de España. Estaría muy bien sumar a la derecha a un contador a cero porque al independentismo no se le va a eliminar. Seguirá ahí, y por la convivencia hay que establecer un nuevo marco de juego y la amnistía puede ser el gran acicate porque acabará con el victimismo y obligará a los independentistas a poner su contador a cero y someterse a una catarsis para no volver a tomar caminos equivocados que les han llevado al fracaso. Bienvenidos a la España Frankenstein, la única forma de que siga siendo España.