Al portador

Estrambote con Berlanga, un salvadoreño y García Page

El que el Gobierno de un país como España dependa ahora de un diplomático centroamericano rechina y es una ofensa incluso a los votantes del propio Sánchez

Cervantes (1547-1616) también fue poeta y unos de sus versos más leídos son los de un soneto, con estrambote, que terminan: «caló el chapeo, requirió la espada/ miró de soslayo y no hubo nada». Se titula «Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla» y «el chapeo», para que no haya dudas, es el sombrero en unas palabras que se interpretan como sumisión cobarde o admisión de que aquí nunca pasa nada. El estrambote son los tres versos que se añaden al final de un soneto y también algo extravagante, irregular y sin orden. Encaja a la perfección con las conversaciones del PSOE y Junts en Suiza con el salvadoreño Francisco Galindo de verificador. Esa reunión y las que vendrán son un añadido –estrambote– a los acuerdos de investidura de Sánchez y no dejan de ser extravagantes, irregulares y tampoco está claro que tengan un orden o cuál sea. Luis García Berlanga (1921-2020), el de «Bienvenido, Míster Marshall» y la trilogía «La escopeta nacional», «Patrimonio nacional» y «Nacional III» hubiera disfrutado con unos materiales tan «berlanguianos», un adjetivo que figura en el diccionario de la Real Academia.

Pedro Sánchez, que quizá ya ha terminado de leer «Tierra firme», el libro que no ha escrito, siempre hábil, se ha defendido en campo amigo –la SER– con el teórico precedente de que Aznar también impulsó reuniones con ETA en Suiza, en las que habría estado el desaparecido Pedro Arriola (1948-2022), que luego asesoró a Rajoy. No son hechos comparables, por muchas razones, pero sobre todo porque entonces nadie buscaba apoyos para gobernar. No es poca diferencia. El verificador salvadoreño, desde el respeto a su figura, es la guinda de un dislate. El que el Gobierno de un país como España dependa ahora de un diplomático centroamericano rechina y es una ofensa incluso a los votantes del propio Sánchez. Emiliano García Page, el crítico institucional del sanchismo, explicó en la Sexta que los votos del PSOE en las últimas elecciones eran para que Sánchez fuera presidente. Susurró, con voz entrecortada, que hubiera dejado el escaño para no votar a Sánchez. No es diputado y no está claro qué habría hecho si lo hubiese sido. Page es un genio de cómo ser el Pepito Grillo del poder para la galería si manda el PSOE y hacer equilibrios para que siga en las mismas manos y que todo pase de largo, con mucho ruido alrededor, como los americanos de «Bienvenido, Míster Marshall». Todo muy berlanguiano. Page, en la Mancha, también «caló el sombrero, requirió la espada, miró de soslayo y no hubo nada», ya dejó escrito Cervantes.