
Tribuna
Excesivo afán de protagonismo
Sánchez pasará a la historia, o al menos a su historia, como uno de los grandes dinamizadores del mercado; en sentido amplio. Tan pronto compra votos, como vende una parte de España, aunque sea a cómodos plazos

Moncloa contagia a sus inquilinos presidenciales reiteradamente, aunque en distinto grado, algunos maleficios. El más llamativo es el de hacerles creerse dueños vitalicios, del palacio monclovita. A tan comprensible o incomprensible tentación, según se mire, se une el impulso, que todos acaban padeciendo, en su vocación de «runners». Término cuya fonética guarda no pocas similitudes con «ranas».
«Runnear», ranearon casi todos. Suárez y Calvo Sotelo mucho menos que la media. González hizo maravillas a la puerta de la cárcel de Guadalajara, con motivo del ingreso, en ese «colegio», de sus fieles Barrionuevo y Vera. Aznar era casi profesional y mejoró su maratón en Cataluña, ante Pujol, practicando el catalán en la intimidad. Lo de Rodríguez Zapatero es otra cosa, y en ello sigue. Rajoy, todo brío y corazón, salió croando del Congreso. Y finalmente llegó Sánchez para batir todos los récords.
Pedro, cazador implacable de cualquier tipo de «replicantes» políticos renegados, necesita jugar cada vez un papel más difícil. En España el afecto popular por su persona resulta perfectamente descriptible. En Europa, gracias a su magnanimidad, ha tardado algo más en ser valorado como merece. Hoy despierta una confianza más bien escasa. Ante el poco halagüeño horizonte que le rodea, Sánchez se aplicó, la semana pasada, una dosis extraordinaria de «climatizador del ánimo» y emprendió el desplazamiento al lejano Oriente.
La creciente presión de la justicia, por el permanente desafuero en que el país parece instalado, con la sombra de los tribunales europeos por un lado y el Consejo de Europa por otro, la perspectiva sanchista de sobrevivir políticamente se complica cada día, escándalo tras escándalo. En su carnet de viaje figuraba aparecer en Diaoyutai, como representante de la Unión Europea, al menos de forma oficiosa.
Seguramente el presidente español sea una de las personas más adecuadas, en todo el mundo, para tratar con Xi Jinping del comercio, aranceles y demás asuntos claves de la crisis económica que afecta al mundo en estas fechas. Sus estudios e investigaciones en la materia y los títulos académicos obtenidos así lo demuestran. Sin embargo, sus colegas de la UE se apresuraron, raudos, a denunciar que aquello era una añagaza más del presidente del gobierno español. ¡Qué desconsideración! Una lástima, pero así se encontró solo ante Xi Jinping. La fotografía con el mandatario chino es probable que no le produzca, en principio, los réditos esperados y sí le acarree, como contrapartida, los costes de mayores exigencias de los Estados Unidos.
Inmediatamente el ministro español de Economía, Comercio y Empresa, viajó a Washington para entrevistarse con el Secretario del Tesoro, Scott Bressent, y con otras autoridades, representantes empresariales, … etc. Una visita que según la ministra Alegría se realizó bajo «el paraguas de la más absoluta normalidad». ¡Olé! ¡Olé! Y estaba cerrada antes del viaje presidencial a Vietnam y China. Menos mal
Sánchez pasará a la historia, o al menos a su historia, como uno de los grandes dinamizadores del mercado; en sentido amplio. Tan pronto compra votos, como vende una parte de España, aunque sea a cómodos plazos. Sin embargo algo sigue sin estar suficientemente claro. ¿A qué ha ido en realidad a China en estos momentos? ¿Y a Vietnam? ¿Cuál ha sido el objetivo del viaje presidencial? Todo es posible. ¿Un cursillo acelerado de relaciones chino-vietnamitas? ¿O de democracia perfecta? ¿Quizás mejorar su conocimiento en materia de dictadores, incluido el protocolo para actos de pleitesía a Ho Chi Minh? ¿Alguna indagación sobre relaciones económicas a tres o más bandas?
¿Habrá algo que España pueda comprar o vender a China, capaz de reforzar nuestra independencia política y económica? ¿Que justifique un cambio de alianzas respecto a Estados Unidos? ¿O acaso se trata de una demostración del afán de protagonismo del presidente y de su conocimiento histórico de las relaciones hispanochinas? ¿Sin duda recuerda que en 1588 Felipe II creó la Empresa de la China, para evaluar la posibilidad de la conquista del imperio chino. Y poco después, Diego de Pantoja, con otros jesuitas, se instaló en Pekín, como puente de las relaciones culturales con los Ming?
En estas aparece otra vez Tezanos, empeñado en no acertar jamás en sus vaticinios, aunque su propósito no sea ese, sino alentar a su patrón y asustar a la oposición. ¿Se tratará de un aval para legitimar los resultados de las nuevas normas electorales que el presidente intenta introducir? ¿Será posible que ante la amenaza de Puigdemont, de dejarle a la intemperie, a finales de mayo, y vistos los pronósticos, se decida a convocar elecciones generales, en un ataque de inesperada valentía? No parece, pero tampoco sería descartable. Desde que comenzó esto, que Sánchez llama «actual legislatura», su actividad ha sido una frenética huida hacia delante, ¿o hacia atrás?; siempre más lejos, a cualquier precio.
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