La situación
La fina piel del PNV
«No ha soportado que alguien haya puesto distancia y, sobre todo, haya colocado al PNV ante sus muchas contradicciones»
Alberto Núñez Feijóo no supo aprender en cabeza ajena. Llegó a Madrid desde Galicia, convencido de que su buena relación de presidente autonómico con su colega vasco Íñigo Urkullu allanaría el camino para que el Partido Nacionalista Vasco se acercara al PP, después de unos años en los que el PNV ha sido un partido satélite del PSOE. Se equivocaba Feijóo. Y debió evitar ese error. Hubiera sido suficiente con recordar que el 23 de mayo de 2018, el PNV facilitó la aprobación de los presupuestos generales del Estado del gobierno de Mariano Rajoy -previo pago de las correspondientes dádivas al gobierno vasco- y, apenas unos días después, en un ejemplo de lealtad con un socio, el 1 de junio de 2018 los mismos diputados del PNV votaron a favor de la moción de censura de Pedro Sánchez -previo pago de las dádivas correspondientes-, y echaron del poder a Rajoy y al PP.
Desde entonces, el PNV ha gobernado en el País Vasco en coalición con el PSOE y ha sido socio determinante de Sánchez en el Congreso de los Diputados. Y, sin embargo, Feijóo se entregó a la humillante tarea de implorar una reunión con Andoni Ortúzar, después de que el presidente del PNV se hubiese manifestado despreciativo y sardónico con el PP, y cuando el único interés de Ortúzar era hacerse una foto con Puigdemont en Waterloo.
Y, con todos estos desplantes, aún pretendía el PNV que Feijóo se mostrara entregado y cariñoso con el nacionalismo vasco durante los debates de la investidura fallida. Incluso Aitor Esteban se puso estupendo, exigiendo al líder del PP que hiciera reverencias y genuflexiones, porque eso es a lo que los dos grandes partidos han acostumbrado al PNV a lo largo de décadas.
La fina piel de quienes tienen como lema «Dios y leyes viejas» (perfecto para la coalición progresista de Pedro Sánchez) no ha soportado que alguien haya puesto distancia y, sobre todo, haya colocado al PNV ante sus muchas contradicciones. Por ejemplo, apoyar a un gobierno cuyas leyes, en muchas ocasiones, son elaboradas por la extrema izquierda, mientras Bildu les come terreno electoral.
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