Opinión
Fornicadora sí, ¿y qué?
¿Cómo es posible que en 2024 tengamos que soportar un congreso de islamistas, de curso legal, que llama a las mujeres de vaqueros “fornicadoras”?
Nosotras, las mujeres del siglo XXI, de perfume y vaqueros ajustados (¡No me han visto salir los jueves, los porteros de mi finca creen que me he hecho scort!) decimos, a todos los radicales y a quienes los apoyan: sí, fornicamos. Y no nos vamos a disculpar por ello. Es más, lo hacemos con insolencia y una sonrisa.
A las mujeres se nos ha insultado, denigrado y sometido de múltiples formas a lo largo de la historia, a lo ancho de la tierra; y dentro de las formas de presión, las más frecuentes han sido las verbales, por su gratuidad y eficacia, con sus expresiones vejatorias y sus juicios acerca de nuestro aspecto o nuestro comportamiento.
Fea, gorda, puta. Tres sentencias con el poder, antaño, de hundir a la más sólida y que, ya pierden fuelle, gracias a la llegada de la mujer a la libertad, la dignidad y la perspectiva que proporcionan la formación, el trabajo (remunerado) y el dinero (propio).De ninguna manera gracias a la pedantísima izquierda pseudo feminista, pro islamista y borradora de nuestra naturaleza. Ahora lo vemos.
Yo tenía una amiga, de adolescente, que zampaba bollos como la que más, ello se veía reflejado en su felicidad, hasta arriba de neurotransmisores, dopamina, serotonina... que estallaban en su cabeza, que se le salía la sonrisa por las orejas y se reflejaba también en sus lorzas, no del todo insignificantes. (yo era la estudiante de ballet clásico neurótica que cenaba una manzana de mierda, no se me ocurre una fruta menos pecaminosa).
Un día, típico, tuvimos un altercado con unos niños, otros pubescentes crecidos en los noventa y por tanto machistas hasta el bulbo raquídeo (como nosotras más o menos). Ambos grupos, mis amigas y ellos intercambiamos consignas de desaprobación, todo normal, hasta que los niños decidieron echar mano de la ofensa más poderosa y evidente, el sobrepeso de Tatiana (putas no podían llamarnos por entonces).
_¡¡Pues eres una gorda!!_ Cuando dijeron “gorda” nos callamos, el parque en silencio. El planeta en suspenso. Todas sentimos el dolor insoportable (si a mi me hubieran llamado gorda me hubiera dado un derrame cerebral en esos tiempos de alteración glandular y vulnerabilidad virginal).
_Gorda, sí, ¡¡y qué!!_ Gritó ella recomponiéndose y riéndose, tan pancha, más oronda, más rolliza que nunca, levantando su barbilla y su papada. Oh, qué bonito fue ese momento. Siento que no estuvieran allí todas las niñas del mundo para disfrutar de su sabor delicioso y dopaminérgico, como el primer mordisco a una hamburguesa de las buenas. O el primer beso.
Y díganme, progres, ¿cómo es posible que en 2024 tengamos que soportar un congreso de islamistas, de curso legal, que llama a las mujeres de vaqueros “fornicadoras”?.
Pero lo preocupante, hermanas, no es, aquí y ahora, el insulto (caducado), “fornicadoras, es de risa”, sino que el islam radical (no es solo una religión, es una ideología política que desprecia nuestros derechos) campa a sus anchas en un país, España, donde la igualdad es ley, donde la Igualdad la pagamos todos. ¿Cómo es posible que un gobierno que se autoproclama feminista, recalcitrante, el gobierno del beso de Rubiales, haga la vista gorda?
¿Dónde están esas pancartas que dicen “No pasarán”? ¿Qué es más políticamente incorrecto, criticar el islam o “fornicar” alegremente?. ¿De verdad, zurdos de mi corazón? ¿Tenemos que tolerar a descarados ideólogos de la opresión defendidos, auspiciados por “feministas de manual” mirando hacia otro lado?
Y hablando de “fornicadoras”, nosotras como mi amiga ¿eh?: _¡Sí, muchas gracias!_lo recogemos como un cumplido. Fornicadoras, perfumadas, descocadas, implacables, frívolas, fornicatorias y lo que ustedes quieran, ¡Qué rico, Tati!
_¿Soy una puta?_ Preguntó mi niña interior, hace un tiempo, a mi psicoterapeuta.
_¿Puta?_Se echó a reír_ ¿Acaso cobras?
_¡Ojalá! Respondió riendo la mujer que soy
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