A pesar del...
Francia: reformas y protestas
Nada cambiará realmente en Francia mientras no se acometa la revolución de reducir el peso del Estado
Ante las protestas masivas contra el presidente francés, Emmanuel Macron, cabe observar las reformas que han desatado tanta indignación, en particular el retraso de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, porque la cuestión no es que Macron haga reformas, sino que no las hace.
Hace unos años, cuando estalló la revuelta de los chalecos amarillos, sucedió algo parecido: el país se paralizó con incontables manifestaciones, y parecía que Francia se iba a incendiar. Pero no era por lo que Macron hizo sino por no haber hecho lo que prometió: bajar los impuestos. Lo subrayó entonces Agnès Verdier-Molinié, directora de la Fundación para la Investigación sobre las Administraciones y Políticas Públicas, entrevistada por Iñaki Gil en El Mundo: «El descontento no es porque Macron aplique su programa sino porque no lo aplica. No baja ni el gasto público ni los impuestos».
Los problemas de los modernos estados redistributivos son parecidos, y el caso francés no es muy diferente del español. Allí también muchos insisten en que cualquier dificultad se arregla subiéndoles los impuestos a las empresas y los ricos, por solidaridad, justicia social, etc. Puro camelo. Para empezar, los ricos ya pagan más en todo el mundo: en Francia el 10 % de los ciudadanos con más renta y más patrimonio paga la mitad de la factura fiscal.
La doctora Verdier-Molinié cogió el toro por los cuernos y sostuvo que la solución de Francia no era «imponer nuestro infierno fiscal a nuestros socios europeos», sino contener el gasto, aumentando de entrada la edad de jubilación a los 65 años, y reducir la masa salarial del sector público: «El gasto salarial de la función pública francesa es el 12,5% del PIB; Alemania está en el 8%. Hay un problema de productividad en el sector público del que nadie quiere hablar». Añadió que no debía haber un salario mínimo en Europa: «¿Por qué aplicar a escala europea un sistema que no funciona en Francia?». Y terminó augurando, tajante, que nada cambiará realmente en Francia mientras no se acometa la revolución de reducir el peso del Estado.
La sensata analista gala recomendaba hacer lo contrario de lo que hacen las autoridades allí y aquí. El problema es que no tomarán medidas liberales mientras el intervencionismo, más o menos descarado, siga siendo electoralmente rentable.
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