La situación

Fuegos de artificio

«Si algo ha demostrado Podemos en estos años, es su capacidad para remover las aguas estancadas de la izquierda»

Hubo un tiempo (no tan lejano: 2016) en el que parecía factible que Podemos, el disfraz nominal del comunismo español en aquel momento, superase al PSOE como luminoso faro de la izquierda. Y los más osados se atrevían a apostar por un gobierno presidido por su líder.

Han pasado siete años, y aquel líder que multiplicaba las audiencias de los programas de televisión (ahora, no) y que llegó a soñar despierto con ocupar el despacho de La Moncloa, sí consiguió una fugaz vicepresidencia, pero, tan rápido como ascendió, cayó. Por el camino, Podemos entró en un proceso electoral por el cual perdía votos cada vez que se convocaban las urnas. El progresivo deterioro ha conducido al partido a comparecer el 23 de julio subsumido, casi desaparecido, en las siglas de Sumar, ante el riesgo cierto de quedarse en las raspas si iba en solitario.

Que los activistas de Podemos consiguieran acampar en el Consejo de Ministros fue un logro incuestionable. Pero puede haber llegado la hora decisiva. En su momento de mayor representación parlamentaria estaba en la oposición; cuando se desplomó hasta la mitad, paradójicamente llegó al poder; ahora que del partido solo queda la memoria de lo que fue, puede estar a punto de ser desinstalado del Gobierno por la vicepresidenta ungida en su día por el dedo de su líder.

Y, sin embargo, sus cinco diputados, empotrados en Sumar, son oro puro, porque Pedro Sánchez los necesita todos para gobernar. Son tantos como los del PNV, sin los que Sánchez no sería investido. Y, si algo ha demostrado Podemos en estos años, es su capacidad para remover las aguas estancadas de la izquierda. No es tenido en cuenta para negociar la coalición con el PSOE, no le quedan muchos militantes, pero aún conserva parte de su milicia tuitera para acosar a quienes cuestionan su fe. Y el que da las órdenes mantiene la autoridad, aunque no tenga la potestad.

En estos días, la consigna es repetir la palabra genocidio, aplicada a Israel, y cuestionar el mando único de Sánchez en política exterior. Son fuegos de artificio. Pero, ¿qué otra cosa ha sido Podemos?