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El trípode

«Funeral» del Estado laico y progresista

El «Funeral laico de Estado» ha estado rodeado de lamentables conductas, propias de un mero acto político en lugar de lo que debería haber sido, es decir, un solemne funeral religioso presidido por el respeto, la emoción y el dolor

El antes y el después de la Dana cumplió ayer un año. Fue la mayor catástrofe natural de la que se tiene conocimiento en la historia de España, provocando 229 muertes y daños materiales valorados en miles de millones de euros. Junto a esa tragedia se han conocido muchas dignas conductas, destacando entre ellas las de los numerosos voluntarios procedentes de toda España, desplazados para ayudar en las tareas de desescombro en las calles y viviendas de todo tipo. Así como los suministros de alimentos y otros bienes de primera necesidad generosamente enviados a la población de la zona afectada. Y también otras conductas no precisamente ejemplares. Y por desgracia, estas últimas protagonizadas por quienes tenían y tienen en sus manos la responsabilidad de dar una respuesta adecuada a esa catástrofe, para atenuar en la medida de lo posible sus consecuencias, y en primer lugar, por supuesto, para las víctimas humanas. El gobierno de la Generalitat Valenciana y en particular su presidente es quien concentra todas las críticas, mientras el presidente del Gobierno de España parece carecer de responsabilidad política alguna en lo sucedido. Dos imágenes reflejan su actuación: una anunciando que «si la Generalitat necesita ayuda, que la pida». Y ahora, él organiza el funeral. La otra, su vergonzosa e indigna huida de Paiporta, la localidad más castigada, dejando a los Reyes –acompañados de Mazón– dando la cara ante los vecinos que se sentían abandonados después de cinco días. Que un año después de esa tragedia, la polarización política sea la única protagonista resulta lamentable, y sin tener todavía una idea clara de lo sucedido y de las medidas a adoptar para intentar evitar que algo similar pueda repetirse. Competentes profesionales, ingenieros de Caminos, ya han advertido de ese riesgo, mientras Sánchez ayer en el Congreso se negó a responder al jefe de la Oposición «por respeto a las víctimas», mientras contestaba a los otros parlamentarios sanchistas. Y su vicepresidenta Yolanda, exigiendo a gritos que se cese a Mazón por tener «229 muertos a sus espaldas». En ese clima, el «Funeral laico de Estado» ha estado rodeado de lamentables conductas, propias de un mero acto político en lugar de lo que debería haber sido, es decir, un solemne funeral religioso presidido por el respeto, la emoción y el dolor. Y con la esperanza de que ese funeral y la conducta de unos y otros sirvieran ante todo para ayudar a salvar las almas de esas 229 víctimas de la catástrofe. Que ahora es la mayor ayuda que se les puede y debe dar. El funeral fue «de Estado», organizado por Moncloa como un «funeral progresista del Estado laico».