El bisturí
La genuflexa sumisión de Pedro Sánchez
Esta contraofensiva permite además a los afines al régimen ocultar con una cortina de humo otros hechos que son elocuentes de la peligrosa deriva a la que está conduciendo a España el sanchismo y que resultan particularmente graves
La izquierda y la ultraizquierda se desgañitan estos días a través de sus terminales mediáticos para tratar de justificar lo injustificable: la genuflexa sumisión de Pedro Sánchez ante los herederos políticos de la banda terrorista ETA –plasmada en la que pasará a la historia como «la foto de la vergüenza»– y ante los secesionistas de Junts, con tal de mantenerse en el poder.
Lejos de renunciar a la investidura para demostrar en las urnas el supuesto apoyo masivo de la ciudadanía a sus políticas «progresistas», los corifeos del líder socialista ponen toda la carne en el asador para que Sánchez repita al frente del Gobierno a costa de lo que sea. Para ello están lanzando al ruedo ibérico toda clase de excusas peregrinas dirigidas a blanquear sus inefables concesiones durante las sucesivas etapas de la negociación política, omitiendo, eso sí, que pactar con Bildu y con los golpistas catalanes no iba en el programa electoral del PSOE.
Dentro de esta estrategia de esparcir infamias para difuminar sus propias vergüenzas hay que encuadrar las apelaciones al Tribunal Constitucional o el recuerdo de actuaciones pasadas del PP, como si el intento de acabar con ETA por todas las vías por parte de una víctima de la banda asesina como fue el propio José María Aznar resultara equiparable a entregar el destino de España a sus herederos políticos a cambio de su apoyo parlamentario. Salen así a la palestra el acercamiento de 426 presos a las cárceles del País Vasco durante el gobierno del expresidente popular, la foto del hoy senador Javier Maroto con Miren Larrion, la líder de EH Bildu en el Ayuntamiento de Vitoria durante el verano de 2015, o el fallo del alto tribunal que dio carta de legalidad a la careta política de un grupo que no tuvo más remedio que capitular tras ser derrotado por las fuerzas del orden.
Esta contraofensiva permite además a los afines al régimen ocultar con una cortina de humo otros hechos que son elocuentes de la peligrosa deriva a la que está conduciendo a España el sanchismo y que resultan particularmente graves. Se trata de indicadores que evidencian el fracaso de las políticas económicas del Gobierno y sus socios y el daño que están causando al bolsillo de los ciudadanos.
Uno es el referente a la inflación que repuntó un 3,5% en febrero y que lleva camino de engullir todas las subidas salariales, si es que han llegado a producirse. A las puertas de la llegada del frío, el coste de la energía se ha disparado, mientras que el del aceite de oliva bate todos los récords: en lo que va de año se ha encarecido un 67 por ciento. Los que iban a acabar con los ricos están haciendo a todos más pobres.
Otro indicador elocuente del fracaso de Sánchez y sus socios es el que rodea a la la vivienda. El Instituto Catalán del Suelo acaba de revelar que el alquiler medio aumentó en el último año un 12,7 por ciento en Barcelona, la ciudad en la que Colau y la ultraizquierda ensayaron medias que, como se constata ahora, fueron fallidas. Obviamente, el PSOE, Sumar y Podemos prefieren correr un tupido velo sobre todo esto para mantener su entramado cuatro años más, con el inestimable auxilio de sus terminales mediáticos.
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