Big data

Los grandes desastres naturales en España no son tan infrecuentes

El día de la DANA se registró una precipitación récord de 184,6 litros por metro cuadrado en una hora, la mayor de la historia en España

El desastre que ha provocado en Valencia, Andalucía y Albacete la última DANA, ha tenido un impacto de dimensiones tan grandes, que aún se está intentando cuantificar, pero en cuanto vidas humanas ya puede considerarse uno de los más mortíferos episodios, con cantidades de agua caída del cielo de récor. Aunque en la memoria han quedado otros grandes desastres, también también de grandes dimensiones.

Cabe preguntarse si este episodio, de lo que antes se conocía como «gota fría», es fruto del llamado cambio climático, o consecuencia solo de la naturaleza. Un análisis de los desastres naturales más recientes ocurridos en España puede aportar luz sobre esta cuestión.

El control y seguimiento de las masas de agua de las cuencas hidrográficas corresponde al Ministerio de Transición ecológica y Reto demográfico. Pretencioso y surrealista denominación de lo que hasta la llegada de Pedro Sánchez se denominaba Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente. Que por cierto, su titular no ha comparecido para dar explicaciones como máxima responsable de los caudales hídricos. En este caso de la Cuenca Hidrográfica del Júcar, río conocido durante la dominación mahometana de Valencia como «El Arrollador». Tampoco da explicaciones de los planes existentes desde hace lustros, elaborados por los técnicos de las confederaciones hidrográficas para proteger a la población de los desbordamientos recurrentes en la Comunidad Valenciana. Estos proyectos no han sido ejecutados, pues no eran una prioridad.

Sin embargo, en 1969, durante el anterior Régimen, se puso en servicio el nuevo cauce del Turia, que protege desde entonces a la ciudad de Valencia de inundaciones como la de 1957. Esta gigantesca infraestructura ha salvado a la capital valenciana de las consecuencias de la última DANA. Sin embargo, los municipios situados en su área metropolitana sur, han sido anegados por carecer de las infraestructuras necesarias como las del Plan Sur de la capital.

Otro actor importante en anticipar catástrofes es el Instituto Nacional de Meteorología, que por presiones de ERC, socio de Zapatero, se cambió en 2008 el nombre por el de Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), encuadrado en el Ministerio de Transportes. Como vemos en estos dos casos que nos sirven de ejemplos, la política de Sánchez da más importancia al envoltorio que a la eficiencia.

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Bg dataA. CruzLa Razón

Este 29 de octubre se registró una precipitación récord en el plazo de 24 horas, calificada por la AEMET de extraordinaria, la mayor de la historia en España; fueron los 771,8 litros por metro cuadrado contabilizados por la Estación Meteorológica de Turís (Valencia). Solo en una hora se recogieron 184,6 litros por metro cuadrado. Turís se encuentra a 10,5 kilómetros de Torrente, y el desnivel del terreno pasa de 270 a 46, por lo que el agua llega como un tsunami. Básicamente, de estos dos organismos dependientes del Gobierno de España se nutren de información los servicios de emergencias de la Comunidad Valenciana. En ambos casos predicen o anticipan riesgos.

Sin embargo, otro fenómeno que ha producido catástrofes son los terremotos, que a diferencia de los desbordamientos, no son predecibles, aunque sí cuantificables cuando se producen. El organismo responsable es el Instituto Geográfico Nacional, dependiente como la AEMET, del Ministerio de Transportes. Los registros históricos nos señalan como la región de mayor riesgo sísmico de la Península es la zona mediterránea comprendida entre Almería y Castellón. Los dos mayores se registraron en Granada en 1954 y en el Cabo de San Vicente en 1969, ambos de 7,8 de magnitud. El último de los grandes, de 6,3 de magnitud, tuvo lugar en 2016 en Almería.

Otra catástrofe natural que quema España en los veranos son los incendios forestales provocados por tormentas eléctricas, combinando los tres «treintas»: 30 por ciento de humedad, 30 km/hora de viento y 30º de temperatura. A lo que se suma enormes extensiones de pasto que prende como la pólvora. La casi extinción de la ganadería extensiva de pastoreo, especialmente ovina y caprina crea un suelo propiciatorio para los incendios. A estos incendios naturales se les une los provocados y los accidentales. 2022 fue el peor año de la década en incendios forestales, con 227.507 hectáreas quemadas, las mismas que los 5 años anteriores.