
Canela fina
La guerra de los aranceles
«Los Estados Unidos han puesto el dinero, las armas y los muertos por la paz en el mundo. Trump ha decidido terminar con esa situación»
Los listos viven de los tontos y los tontos de su trabajo. Europa se ha beneficiado desde 1945 de la pax americana. Los Estados Unidos pusieron el dinero, las armas… y los muertos. Los soviéticos también pusieron dinero y armas durante la guerra fría, pero los muertos correspondieron a los cubanos y a otros servidores internacionales del impero estaliniano.
Los europeos engañaron, año tras año, a los estadounidenses. No solo se beneficiaron del esfuerzo militar de Washington. También de su generosidad económica. Varias naciones del viejo continente se convirtieron en paraísos para el turismo y también para la inversión extranjera. Estados Unidos callaba y pagaba. Para colmo Joe Biden, con su balbuciente decadencia personal, redujo a Estados Unidos a una cierta insignificancia, a diferencia de Trump que lleva cuatro meses abriendo los telediarios de todo el mundo.
Tras ocho décadas de idilio, un presidente americano de gesticulación energúmena ha decidido terminar con el papel de «tonto» y ha empezado a exigir que las grandes naciones europeas, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia… se rearmen y, a cargo de sus presupuestos florecientes, paguen las armas y los gastos que supone mantener una fortaleza militar disuasoria. A la vez, y con no pocos puntos de exageración, Trump ha decidió cesar en el papel americano de pagafantas. Los Estados Unidos de América han declarado la guerra de los aranceles, abandonando airadamente el papel de tontos que los europeos sabios le habían atribuido.
Imposible calcular las repercusiones que la operación puesta en marcha va a ocasionar. Se puede afirmar, sin embargo, que en líneas generales los estadounidenses van a vivir un poco mejor y los europeos un poco peor. Si Estados Unidos deja de poner casi todo el dinero, casi todas las armas, casi todas las bases, se restablecerá una situación que tal vez nunca se debió quebrar. Y ojalá que los europeos no tengan que poner también los muertos porque se consiga mantener la paz. Está claro, en todo caso, que la Historia cambia y las nuevas generaciones deberán construir un orden social diferente al que en las últimas ocho décadas ha regido el mundo. Donald Trump es energuménico y disparatado. Pero no tonto y está dispuesto a demostrárselo a las viejas naciones europeas, las que constituyeron los grandes imperios de la Edad Moderna y la Edad Contemporánea, antes de ceder el testigo imperial a los Estados Unidos de América.
Luis María Anson de la Real Academia Española
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