Editorial
Heridas abiertas por la diplomacia sanchista
Aún no somos conscientes ni puede que sintamos los estragos de las heridas abiertas por la acción exterior de Sánchez. No hay afrenta inocua
La polémica desatada por la ruptura unilateral del contrato para la adquisición de balas israelíes en una decisión de Pedro Sánchez para calmar los ánimos de sus socios de extrema izquierda ha dejado en evidencia una vez más el desfigurado cariz que ha tomado la diplomacia española con el actual inquilino de La Moncloa, que dista de la cualificación que se le presupone a un instrumento estratégico y decisivo de cualquier Estado. Lo que define una acción exterior virtuosa es la prudencia, el rigor, la sensatez y la responsabilidad al servicio del interés de la nación. Nunca del gobierno o el presidente de turno. La continuidad es el fundamento que la vertebra y da sentido dentro de nuestras fronteras, pero sobre todo al otro lado de las mismas, en la relación con los aliados, las potencias, organismos internacionales y los intereses y la presencia de España en cualquier región del mundo. La certidumbre en las decisiones y los compromisos labra la confianza y el crédito que pulen una imagen que rinde frutos a la nación allá donde debe y cuando toca. Se trata de principios tan básicos como críticos que la inmensa mayoría de las administraciones en nuestra historia han sabido preservar con mayor o menor diligencia sin socavarlos. Es algo que no podemos afirmar del actual gobierno. Sánchez ha colonizado la inmensa mayoría de las instituciones y los resortes públicos y los ha dispuesto y ha volcado a su servicio. La diplomacia, el servicio exterior, no ha sido una excepción desde el instante en que decidió convertir una política de Estado en un arma de gobierno o, mejor dicho, en una herramienta del presidente. La ideología y el sectarismo han sustituido a la centralidad, la templanza, la cautela y la flexibilidad que rehúyen el conflicto para perseguir el entendimiento. El distanciamiento y la hostilidad ordenada por Moncloa contra aliados y socios capitales para nuestro país como Israel y Estados Unidos han sido referentes de mala y equivocada política. Se ofende y se afrenta sin reparar en las consecuencias, pero sobre todo sin motivos que una diplomacia sabia y madura no hubiera sabido domeñar. Ningún gobierno serio, formal y solvente se hubiera manejado con la bajeza, impostura y la hipocresía demostrada por el sanchismo y la ultraizquierda contra la democracia hebrea, que combate por su existencia contra enemigos terroristas que quieren su exterminio. Hipocresía e impostura de un gobierno que ha hecho el paripé con un contrato de balas cuando ha adjudicado 40 compras de armamento a Israel desde que estallara la guerra de Gaza. España perdió el paso y peso internacionales hace tiempo. La declinante relevancia en el rumbo y las decisiones de la geopolítica ha sido un hecho constatable. Lo peor es que aún no somos conscientes ni puede que sintamos los estragos de las heridas abiertas por la acción exterior de Sánchez. No hay afrenta inocua.