La situación
La horma del zapato
«Conservar el cargo gracias a pactos con Junqueras, Otegi y Puigdemont está lejos de cualquier compromiso imaginable»
El pasado 30 de octubre, Pedro Sánchez envió a su número tres, Santos Cerdán, a ingerir el indigesto sapo de hacerse una foto con Carles Puigdemont. No hay novedad alguna en encontrar dirigentes políticos con tragaderas de grueso calibre, pero retratarse amistosamente con un prófugo es un caso que rompe el molde.
Vista aquella imagen inquietante, la lógica hacía pensar que Sánchez y Puigdemont ya habían sellado su pacto, porque no resultaba sensato especular con la posibilidad de que un líder como Sánchez, tan felicitado por su capacidad táctica, entregara esa dádiva al fugado sin tener, a cambio, su firma en el documento que debe certificar la investidura. Pero no había firma, solo foto. Gol de Puigdemont. Alguien tan virtuoso del trilerismo como el líder del PSOE, se ha encontrado en esta negociación con la horma de su zapato: otro político con altas capacidades para amagar con una cosa y hacer la contraria.
Ya ocurrió el 26 de octubre de 2017, cuando todos los colaboradores de Puigdemont se fueron a dormir con la promesa de su líder de convocar elecciones en lugar de proclamar la república catalana, pero al día siguiente cantaban Els Segadors por la Cataluña independiente.
Está en la naturaleza de las cosas que la izquierda muestre entusiasmo al evitar que el PP alcance el poder de la mano de Vox. Y no solo la izquierda tiene ese sentimiento de alivio. La comprensión opera de forma menos intensa o automática sobre la pasión que se aprecia en ese sector político ante la posibilidad de pactar con un prófugo. Más allá de conservar el poder, ¿qué hay de maravilloso en llegar a un acuerdo con un huido de la justicia que, de haber permanecido en su puesto, habría sido condenado a pena de prisión, igual que otros lo fueron?
Ese viejo adagio de que la política hace extraños compañeros de cama ha sido llevado al extremo por quien está y aspira a permanecer en La Moncloa: conservar el cargo gracias a pactos con Junqueras, Otegi y Puigdemont está lejos de cualquier compromiso imaginable. Es territorio inexplorado, y no todos vuelven de un viaje político como ese.
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