El trípode
Illa rinde pleitesía a Puigdemont
Puigdemont y Sánchez tienen en común algunas características dominantes en su personalidad. Entre ellas, una clara tendencia autocrática, es decir, de una ambición descontrolada de poder.
No nos cansaremos de recordar cuantas veces sea preciso (para que no caiga en el olvido), que Sánchez llegó a la presidencia del Gobierno tras sufrir las dos mayores derrotas obtenidas por el PSOE desde 1977 en unas elecciones generales. Que ambas fueron sucesivas y en tan sólo seis meses –diciembre de 2015 y junio de 2016– con 89 y 85 diputados respectivamente, que hasta la fecha siguen siendo los peores resultados socialistas obtenidos. Tuvieron que repetirse los comicios pese a ese reiterado fracaso, al negarse a reconocer la victoria del PP y oponerse a cualquier tipo de acuerdo para facilitar la investidura del reiterado ganador. E incluso –tras haber obligado a repetir las elecciones por primera vez en las catorce legislaturas precedentes–, su ambición pretendió que se celebraran por tercera vez pese a sus reiterados fracasos precedentes. A esa eventualidad sólo podía oponérsele un acuerdo con las siglas nacionalistas separatistas y con Podemos. Para impedírselo, su propio partido en un histórico Comité Federal le cesó de la Secretaría General el 1º de octubre de 2016. Este breve recorrido por aquellos apenas nueve meses describe la personalidad de quien, tras recuperar el mando en Ferraz, pactó una moción de censura con quienes pretendían hacerlo antes de ser cesado por ello. Aquel PSOE es actualmente una mera plataforma política al servicio de la ambición de poder de Pedro Sánchez, y de quienes allí le mantienen desde entonces, hace ahora ya más de siete años. Esas siglas van a tener que responder ante la Historia de haber degradado el régimen político Constitucional hasta un nivel inimaginable con anterioridad a su actual líder supremo y único. Quien «iba a traer a Puigdemont de su exilio como prófugo de la justicia, para que respondiera ante ella de su golpe de Estado desde la presidencia de la Generalitat» es ahora su sumiso servidor para poder continuar residiendo en La Moncloa. Por su residencia en Waterloo han pasado sucesivamente destacados dirigentes socialistas sanchistas, para rendir la pleitesía debida a su jefe, desde Cerdán a Zapatero, que ahora ha sido relevado como embajador ante él por haber perdido su confianza como mediador. Así, hoy es el «president» Illa quien, tras recibir de Sánchez y Zapatero en la Mareta las consignas precisas para su labor, acude a rendirle pleitesía. Puigdemont y Sánchez tienen en común algunas características dominantes en su personalidad. Entre ellas, una clara tendencia autocrática, es decir, de una ambición descontrolada de poder. El primero sueña con volver al Palacio de San Jaime envuelto en multitud de entusiastas seguidores diciendo «¡Ja sóc aquí!». Del otro, de momento no hace falta decir nada más.