José Antonio Vera

Insultar no resuelve el problema del agua

La vicepresidenta Ribera, acusada de impedir consensos básicos para abordar la problemática de la sequía

Este año no ha llovido casi nada, sobre todo en las zonas críticas del sureste y el sur. También fue muy seco el pasado año en estas regiones. Estamos en el inicio del ciclo hidrológico más seco del siglo. Siendo esta una situación recurrente en nuestro país, cabe pensar que los distintos gobiernos habrían tomado medidas durante los años de abundancia para evitar las restricciones. Cabe pensarlo, pero la realidad es que nada se ha hecho en este tiempo. Ni embalses ni trasvases ni desaladoras. Los embalses no están bien vistos porque eran cosa de Franco. De hecho, desde que gobierna Sánchez han sido destruidos 86 embalses, bajo la explicación de que se debe respetar el cauce ecológico de los ríos. Los trasvases son considerarlos de derechas. Sería viable llevar agua desde el Ebro al sur, pero a eso se opone el PSOE. Las desaladoras también contaminan, según la izquierda. Ada Colau tiene una acabada que nunca inaugura. Las del Levante, Murcia y Almería funcionan a mitad de su capacidad por trabas burocráticas o de mantenimiento. Además, el agua desalada es mucho más cara que la trasvasada.

De modo que el fantasma de la sequía se vuelve a pasear ante nosotros, y una vez más estamos en la misma situación. Inermes, porque nadie tuvo la previsión de hacer algo para evitar posibles restricciones. La señora Ribera nunca tiene soluciones, salvo la de estigmatizar a los agricultores, a los que culpa de todo. Y recurrir al insulto fácil llamando «señorito» al presidente de la Junta de Andalucía. Parece obligado insultar en plena campaña electoral, pero eso no arregla los problemas. El problema del agua no se solventa con insultos. Siempre es más saludable buscar soluciones en común. Y la solución, en este caso, pasa por el diálogo y el acuerdo de Estado. Respetar el acuífero de Doñana es fundamental, eso nadie lo duda. La Junta de Andalucía no lo cuestiona. Está comprometida con ello. Pero ese compromiso no implica que no se deba buscar solución alguna para los miles de agricultores que necesitan del agua para vivir. Los agricultores y los consumidores. Si hay escasez de producción, los precios suben automáticamente. Sube la inflación. Por eso es necesario ese pacto sobre el agua para que se puedan llevar recursos desde donde sobran hasta donde faltan. Así se hace en Estados Unidos desde hace décadas.

El problema que tenemos aquí es Ribera. Con su suficiencia extrema y soberbia habitual, la vicepresidenta tercera prefiere recurrir a la descalificación antes que buscar soluciones que hagan compatibles la agricultura con el medio ambiente. Claro que solo insulta a los del PP. Con Chimo Puig en Valencia no se atreve. Chimo es socialista y pide sentido común para buscar salidas útiles tanto al problema de los agricultores como a las reivindicaciones ecologistas. O sea, exactamente lo mismo que Moreno, que ha sido siempre un político comprometido con la causa medioambiental. Más que muchos dirigentes del PSOE. Pero como es del PP, se le tilda de «señorito». Y la señora Ribera, de «fanática», cabría responder. Amén de incompetente, dada su manifiesta incapacidad para encontrar soluciones. Ni para el agua ni para el trasvase ni para el diésel ni para los agricultores. Y estos están a un paso de levantarse. Ojo a la plataforma SOS Rural, que se presentó esta semana en Madrid. Anuncian un mayo caliente.