Insensateces

Joseba

Joseba sentó a Otxandiano a su lado y el repaso que le dio, en voz bajita, fue antológico. Solozábal le explicó su experiencia, aquellos tiempos en los que su nombre aparecía en una diana y le contó lo duras que pueden ser las palabras tibias

Hoy se vota en el País Vasco. Quizá haya sido una campaña un tanto anodina y aburrida, propiciado ese sopor y esa inacción por la alegría apabullante de los seguidores del Athletic de Bilbao que lo ha paralizado casi todo. Y también porque en Euskadi, el que más y el que menos, sabe que al final de todo este camino, lo más probable es que vuelva a propiciarse un pacto de gobierno. Que ningún partido podrá llevar adelante su proyecto y que tendrá que embarcarse en ejecutivos repletos de intereses varios y no siempre concordantes. Lo más chisposo de toda esta campaña electoral (hay que reconocérselo) lo ha dejado un muchacho con gafitas y cara de no haber roto un plato en su vida pero, a la vez, con todo el papo para evitar calificar a Eta de banda terrorista. Hablamos de Peio Otxandiano, candidato a lehendakari por Bildu. Después ha pedido perdón a las víctimas pero sigue en sus trece con respecto a la denominación de Eta. Las gafitas de Otxandiano, por cierto, son recientes. Se las ha puesto para asumir un aspecto algo más refinado y avanzado del que lucía Otegi, mano que mece la cuna se mire por donde se mire. Ese cambio estético también responde a las posibilidades. Si Bildu sube en estas elecciones (tal y como auguran los estudios demoscópicos) no podrá gobernar en solitario aunque las gane, así que habrá que buscar aliados que prefieren una apariencia más peneuvista que radical. Otxandiano y sus gafas, en plena polémica, se fue el otro día de gira por distintos medios. Trataba de explicarse, de justificarse ante su concepto de Eta y recaló en TeleBilbao, en el programa que presenta y dirige Joseba Solozábal. Siempre original, abierto, diferente, Joseba es un referente en el mundo de la comunicación en el País Vasco. Siempre habla con una calma deliciosa mientras habita un cuerpo y un cerebro que podrían desatar un terremoto. Joseba sentó a Otxandiano a su lado y el repaso que le dio, en voz bajita, fue antológico. Solozábal le explicó su experiencia, aquellos tiempos en los que su nombre aparecía en una diana y le contó lo duras que pueden ser las palabras tibias. Aúpa, Joseba, y tanta paz como la que transmites.