El buen salvaje
LGTBIQ o la discusión sobre el sexo de los ángeles
Lo que debería ser un regreso al sentido común vuelve a parecerse a un circo de palabras en el que los socialistas piensan que son los domadores cuando en realidad son un bestiario de alguna época aún más oscura que la Edad Media
Mientras a las puertas de Bizancio, las tropas turcas se repartían el botín, en el que fuera imperio de Oriente se discutía, relata la leyenda, sobre el sexo de los ángeles, el clásico ejemplo de los llamados debates bizantinos que no llevan a ninguna parte, más que al desastre por inacción. A la vez que se da vueltas sobre lo inexplicable, lo importante se desvanece. En Occidente, hoy día, no en 1453, se debate sobre asuntos menores que se tornan grandes. Todas las formas de sexualidad humana se han convertido, como si el mundo feliz ya se hubiera completado, en una de esas asignaturas troncales del nuevo progresismo que no sabía a qué adoquín quedarse tras la caída del muro. Ya no bastaba con lesbianas, gais y transexuales sino que había que seguir hasta el infinito e incorporar tantas siglas como para hacer una sopa de letras que casi nadie comprende, no ya personas ajenas sino en el mismo centro de Chueca.
Les pareció muy moderno a las formaciones de izquierda, como Podemos, que se incorporara la Q (de queer), que incluye autodeterminarse mujer (también hombre) sin serlo biológicamente porque la biología, como todo el mundo sabe, es facha. La Naturaleza entera, sobre todo las víctimas de los depredadores, votarían a esa izquierda que ha comprendido que la selva es un trasunto capitalista donde vence el más fuerte. El león vendría a ser como un hombre blanco heterosexual de clase media-alta.
Pero no nos desviemos del constructo sexual que el PSOE debate acaloradamente entre los que defienden que se mantenga la Q y los que obligan a quitarla, he ahí Carmen Calvo, que se autodenomina «feminista clásica», como si ello fuera posible, en la defensa de que si todo es mujer nada lo es y, por tanto, ¿para qué tantos años de «lucha» si al final vale lo mismo una mujer-mujer (para entendernos) que un camionero con ligas? Son ellos mismos los que han dado alas a que el absurdo se incorpore a la discusión nacional en la que la Q vale lo mismo que el mal estado de las vías o las carreteras o el futuro de las pensiones, por poner unos ejemplos sangrantes. Despejar la Q era más importante que despejar la X que no nos deja dormir.
Así, lo que debería ser un regreso al sentido común vuelve a parecerse a un circo de palabras en el que los socialistas piensan que son los domadores cuando en realidad son un bestiario de alguna época aún más oscura que la Edad Media. El futuro de nuestra civilización no se dirime en Jumilla sino en estos terrenos de vino peleón en los que nadie es lo que aparenta.