La situación

Los mandatos presidenciales

«No son tanto los años como las ganas. Creo que hay proyecto político para rato»

La democracia tiene diferentes formatos. Hay monarquías y repúblicas, democracias más parlamentarias y más presidencialistas. La española es, formalmente, una monarquía parlamentaria, aunque a lo largo de los años ha desarrollado un evidente presidencialismo de facto.

Hay países en los que se han establecido límites constitucionales a los mandatos presidenciales. Pero eso suele ocurrir cuando se trata de jefes de Estado en regímenes republicanos. Por ejemplo, en Estados Unidos o en Francia. No existe tal límite cuando se trata de primeros ministros, como en el caso de España. De ahí que no resulte apropiado especular con la permanencia de un presidente concreto en el poder.

Sin embargo, sí se ha convertido en costumbre preguntar sobre este asunto a los afectados, desde que José María Aznar se comprometió a estar como mucho ocho años en Moncloa, en contraposición con la decisión de Felipe González de permanecer en el cargo hasta que las urnas dictaran lo contrario, como así ocurrió en 1996. Aznar cumplió aquel compromiso. Zapatero nunca lo asumió como tal promesa, pero sí dijo que le parecía una buena medida y, de hecho, no se presentó a un tercer mandato. A Rajoy no le dio tiempo ni a planteárselo, porque fue expulsado del cargo por una moción de censura. ¿Y qué opina Pedro Sánchez?

En la presentación del libro al que el presidente ha puesto su firma, Jorge Javier Vázquez le preguntó si «piensas en algún momento estar en la oposición». Sánchez ignoró la textualidad de la cuestión y tradujo la pregunta a su libre albedrío: «Ya en el segundo mandato se plantea si vas a estar en un tercer mandato. No son tanto los años como las ganas. Creo que hay proyecto político para rato». Vázquez centró de nuevo la pelota hacia el presidente con entusiasmo: «o sea, que hay su sanchidad para rato», a lo que el aludido dejó claro que «el rato que quieran los españoles». Es decir: nada de ponerse límites, ni mucho menos comprometerse en público a asumirlos.

De plantearlo, y si lo consumara, se trataría de uno de los pocos compromisos a los que da cumplimiento.