
Editorial
Una mascarada que pagarán los palestinos
La única tiranía en conflicto es la financiada y dirigida por la teocracia iraní. La que abandera el único plan genocida en la región, el de la aniquilación de Israel y sus ciudadanos
La fiebre internacional de inconfundible signo antisemita ha decidido a nuevos gobiernos occidentales, tradicionales aliados de Israel, a reconocer un Estado palestino. Reino Unido, Canadá, Australia, Portugal y parece que también Bélgica y otros se han precipitado sobre la relación de naciones que había dado el paso hace tiempo. Entienden este acto diplomático, que han pretendido barnizar con un tinte humanitario «ante el creciente horror en Medio Oriente», en palabras del primer ministro británico Starmer, como una oportunidad «para mantener viva la posibilidad de la paz y de una solución de dos estados». En realidad, lo que cabe preguntarse, y sin duda la banda que hoy gobierna con puño de hierro la Franja de Gaza lo hará, es si antes de la matanza del 7 de octubre de 2023, el mayor crimen contra los judíos desde el holocausto nazi, hubo algún país que se atrevió a tender la mano de verdad a Palestina. La primera lectura que Hamás y el resto de los palestinos realizarán es que aquella atrocidad mereció la pena y que el rédito internacional se ha concretado en la legitimación de su causa y de los medios para alcanzarla por parte de buena parte de las democracias occidentales. Alinearse de esta manera con quienes mantienen subyugado al pueblo palestino es un paso atrás y un lastimoso servicio a la causa de la paz y menos todavía de la libertad. Se ha echado gasolina al fuego con una política de hechos consumados a lomos de la irresponsabilidad y el oportunismo, justo los principios antagónicos de una política exterior digna de tal nombre. ¿Para qué servirá más allá del aplauso y la celebración de los asesinos aliados de Teherán? Para lo mismo que con todas las mascaradas al respecto que le precedieron: nada. Occidente ha repartido los papeles de malos y buenos en una lectura maniquea de un conflicto complejísimo en función de la propaganda eficiente de Hamás y sus poderosos tentáculos internacionales hasta el punto que el 7 de octubre, el martirio de los rehenes y su principal culpa en la guerra han desaparecido de la narrativa internacional. Pero también al calor de unas opiniones públicas abrumadas por la propaganda del dolor y la muerte. Es un enfoque perverso, cruel e injusto. Debemos insistir. Gaza es una guerra dura y trágica, instigada por quienes han convertido a la población civil en su escudo y su principal arma..., y cuyas calamidades explota sin misericordia. La paz sí es posible. El reconocimiento de que Hamás debe desaparecer para que los palestinos recuperen la libertad y puedan encarar un porvenir esperanzador es la política que debería haber ocupado al mundo. La única tiranía en conflicto es la financiada y dirigida por la teocracia iraní. La que abandera el único plan genocida en la región, el de la aniquilación de Israel y sus ciudadanos. Ojalá la conferencia internacional de la ONU en Nueva York fuera capaz de aportar luz y verdad. Somos escépticos.
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