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Editorial

Mazón se va, pero el sanchismo se queda

Mazón se irá, pero se queda el sanchismo, ese régimen dispuesto a sacrificar a los españoles para seguir en el poder. Es un patrón que lo define

La suerte de Carlos Mazón como presidente de la Comunidad Valenciana estaba echada desde hace un año. Desde el instante en el que no supo o no pudo dar la respuesta que los ciudadanos necesitaban ante la hecatombe de la DANA. Fuera por incompetencia, negligencia, torpeza o deslealtad de otros, las responsabilidades políticas de un mandatario bajo sus circunstancias en aquel escenario catastrófico y su trágico desenlace son difícilmente cuestionables. Se cometieron errores, graves errores, como el propio Carlos Mazón ha admitido, y cualquier demócrata debe asumir lo que dicta el código moral de un servidor público que se conduzca con rectitud. Pero dicho esto, y sin poner en duda que Mazón se desempeñó con buena fe frente a una debacle que nos demostró hasta qué punto nada estaba preparado y nada funcionó en un rincón de la cuarta potencia europea, el capítulo de los señalados en las diferentes responsabilidades no puede ni debe cerrarse en la administración autonómica. Tenemos claro que la izquierda no se dará por satisfecha, no lo habría estado aunque los acontecimientos se hubieran precipitado una semana después de la DANA, con el adiós de Mazón. La campaña orquestada y ejecutada por Moncloa para arrebatar a la derecha una comunidad estratégica proseguirá con mayor agresividad si cabe. Con una de las variables eliminada de la ecuación, el relato armado para destruir a Mazón en lo personal y en lo político se alterará para focalizarlo en Feijóo y en las nuevas caras. Para la agitación y la propaganda, el linchamiento del adversario, prender la pira social, no hay quien iguale a la izquierda en general y al sanchismo en particular, que ha logrado que su culpabilidad, que no solo responsabilidad, en el drama se haya difuminado hasta evaporarse del debate en la opinión pública. Pero los valencianos y el resto de los españoles no deberían olvidar los casi 30 proyectos de obras hidráulicas en la zona, entre ellos el del barranco del Poyo, que hubieran contenido la catástrofe y que fueron desestimados por el Ministerio de Teresa Ribera por su sesgo ideológico e integrismo medioambiental, incluido el Sistema de Alerta Temprana presente en otras cuencas menos expuestas. Tampoco a la AEMET y a la Confederación Hidrográfica del Júcar y su ineficiencia calamitosa. Ni al Cecopi, que nos demostró un grado de desorganización pasmoso. O la desinformación que campó entre las administraciones incapaces de coordinarse mínimamente. Ni por supuesto al cálculo político malicioso de un Gobierno que se quitó de en medio y no declaró la emergencia nacional hasta abandonar a su suerte a la gente que se moría y sufría al servicio de un tacticismo criminal que no debería quedar impune. Mazón se irá, pero se queda el sanchismo, ese régimen dispuesto a sacrificar a los españoles para seguir en el poder. Es un patrón que lo define.