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Ahorro de energía
¿Es mejor encender y apagar la calefacción o mantenerla a una temperatura constante?
Con la llegada del frío, la eterna duda vuelve a los hogares: ¿conviene dejar la calefacción encendida todo el día o solo activarla cuando estamos en casa? Los expertos en eficiencia energética y ahorro de energía tienen una respuesta clara

Llegó noviembre y con ello, la bajada de las temperaturas que este año ha parecido retrasarse: las casas se convierten en refugio y la calefacción vuelve a ser protagonista. Sin embargo, junto con el termostato llega una pregunta que cada año divide a los hogares: ¿es más eficiente mantener una temperatura constante o apagar el sistema cuando no se usa?
La cuestión no es trivial. En un momento en que los precios de la energía continúan altos y las políticas de ahorro son prioridad, una pequeña diferencia de uso puede suponer decenas de euros al mes en la factura del gas o la luz.
Lejos de ser un debate doméstico sin importancia, este dilema ha sido analizado por instituciones y organismos especializados en consumo energético, como el Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE) en España, que lleva años ofreciendo recomendaciones para optimizar el gasto sin renunciar al confort térmico.
¿Cuál es la opción más eficiente para combatir el frío en casa?
La posición del IDAE es clara: lo más eficiente es apagar la calefacción cuando no estamos en casa y volver a encenderla al regresar. Según el organismo, mantener un flujo constante de calor durante horas vacías solo contribuye a pérdidas de energía innecesarias, sobre todo si la vivienda no está bien aislada. Las fugas de calor a través de paredes, ventanas o techos hacen que el sistema trabaje de más para mantener una temperatura estable, incrementando el consumo sin mejorar el confort.
Además, cuando el hogar se enfría ligeramente, también disminuyen las pérdidas de calor al acercarse la temperatura interior a la exterior. Esto significa que, aunque el sistema necesite un pequeño esfuerzo adicional para calentar de nuevo el ambiente al encenderlo, ese gasto puntual es menor que el de mantenerlo encendido de forma continua.
De hecho, el IDAE calcula que bajar un solo grado en el termostato puede reducir el consumo energético entre un 7 % y un 10 %, una diferencia notable a lo largo de un invierno completo.
El mito del “consumo extra” al volver a encenderla
Una de las ideas más extendidas entre los usuarios es que apagar la calefacción hace que el sistema consuma más al volver a encenderse, ya que necesita recuperar la temperatura perdida. Sin embargo, los expertos lo desmienten. El esfuerzo extra que realiza el equipo es puntual, mientras que mantener una temperatura constante durante horas implica un consumo sostenido, especialmente si el aislamiento térmico no es el adecuado.
Desde el Energy Saving Trust británico, referente en eficiencia energética, coinciden en esta recomendación: “No hay ahorro en dejar la calefacción encendida todo el día. Lo ideal es programarla para que funcione solo cuando realmente se necesita”. En este sentido, los termostatos programables o los sistemas inteligentes ofrecen una solución intermedia: permiten encender la calefacción unos minutos antes de llegar a casa o ajustar los ciclos según la rutina diaria.
El papel del aislamiento en la vivienda y la temperatura ideal
La eficiencia de cualquier sistema de calefacción depende también del estado de la vivienda. Puertas y ventanas con buen sellado, doble acristalamiento y paredes bien aisladas reducen drásticamente las pérdidas de calor y permiten que el hogar conserve una temperatura estable por más tiempo. En cuanto a la temperatura óptima, el IDAE recomienda mantener el interior del hogar entre 19 °C y 21 °C durante el día y bajarla a unos 17 °C por la noche.
Dormir con una temperatura más baja no solo es más saludable, sino que también puede reducir el consumo energético entre un 15 % y un 20 % si se mantiene de forma constante.
La conclusión de los expertos es clara: no se trata de mantener la calefacción siempre encendida, sino de usarla con inteligencia. Apagarla cuando la casa está vacía, aprovechar los sistemas de programación y cuidar el aislamiento son las tres claves para lograr eficiencia sin renunciar al confort.
En poco más de un mes nos llega el invierno y cada kilovatio cuenta, la mejor estrategia no es la constancia, sino el control. Y, como recuerdan desde el IDAE, el verdadero ahorro comienza cuando aprendemos a usar la energía solo cuando de verdad la necesitamos.
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