El canto del cuco
Melancolía de la resistencia
A medida que se cierra el cerco y van desvelándose más fechorías de sus más cercanos colaboradores resulta más difícil convencer a la gente de que él no sabía nada de tanto latrocinio y desvergüenza
«La necesidad es el impulso de la existencia», escribe el húngaro László Krasznahorkai, último premio Nobel de Literatura, en la corrosiva, sombría y tragicómica novela «Melancolía de la resistencia». Imposible no acordarse con ese título y leyendo trabajosamente sus endiabladas páginas sin puntos y aparte, de la singular resistencia del presidente Sánchez, al que la necesidad de permanecer en el poder es, a todas luces, el impulso de su existencia. Él confiesa que hace de la necesidad virtud, pero no todo el mundo considera virtuosa, sino todo lo contrario, la ambiciosa y tortuosa trayectoria política del personaje, cada vez más envuelta en el hedor de la corrupción cercana. «Sermo super sepulcrum» (Sermón sobre el sepulcro) es el último capítulo, el responso o «deducción», del libro de Krasznahorkai, en el que describe minuciosamente el lento proceso de la putrefacción.
No se sabe hasta cuándo la necesidad de existir, o sea, de disfrutar del poder, será capaz de impulsar la resistencia del presidente. Pero cada día que pasa obliga al protagonista de esta inquietante historia a un mayor esfuerzo, que se refleja físicamente en el deterioro de su aspecto cada vez más enflaquecido y macilento. Sus socios amenazan con dejarlo tirado, abandonado como un objeto usado e inservible –alguno ya lo ha hecho–, y cada informe nuevo de la UCO hace que tiemble el misterio. Se defiende, sin dar explicaciones, rebotando automáticamente las críticas hacia la oposición en el aquelarre semanal del Congreso. Pero a medida que se cierra el cerco y van desvelándose más fechorías de sus más cercanos colaboradores resulta más difícil convencer a la gente de que él no sabía nada de tanto latrocinio y desvergüenza. Así, paso a paso, Pedro Sánchez se ha convertido en un presunto implicado.
La melancolía de la resistencia envuelve el paisaje de España en otoño. Las hojas caídas alfombran el jardín, ha bajado la primera nieve a los montes de las Tierras Altas, donde fue mi infancia, y por el cielo acerado veo pasar las grullas, con su canto monótono, gru-gru, camino del Sur. Todo sigue siendo previsible. Yo nací tal día como hoy, mientras escribo. Nací a la luz de un candil, porque aún no había luz eléctrica en el pueblo. Así que vengo de lejos. En Sarnago nevaba aquel día y los españoles estaban en guerra. Contemplo ahora por la ventana, con cierta melancolía, las hojas que caen mansamente del castaño, arrancadas por leves ráfagas de viento, y pienso que de otras peores hemos salido, pero que no conviene abandonar nunca la resistencia a los abusos del poder.