Tribuna
La nueva China
China lleva incrementando su huella e influencia en el mundo de manera exponencial desde hace décadas
En su blog, Ian Bremmer, presidente del Eurasia Group y referente mundial en análisis de riesgo geopolítico, termina diciendo que desde el punto de vista geopolítico esta ha sido la peor semana para los Estados Unidos en décadas; su influencia en Oriente Medio disminuye y China le toma la delantera incluso con tradicionales aliados como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. El viernes pasado Arabia Saudí e Irán, adversarios, más bien enemigos jurados, firmaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas en Pekín. Las negociaciones que se han llevado de manera discreta pero no secreta durante dos años no habían llegado a buen puerto hasta la intervención china. Arabia Saudí ha estado en el punto de mira del brutal régimen de los Ayatolas desde la revolución de 1979 y la desconfianza saudí está más que justificada, Irán y todos sus tentáculos (Hizbollah o las diferentes milicias chiíes pro-iraníes en diversas partes de la región) no han cesado de acosar a Arabia Saudí y a todos los países en los que hubiese una importante comunidad chií (ya fuese minoritaria como en Siria o mayoritaria como en Irak, Líbano o Bahréin). Irán ha tratado siempre de imponer su influencia muchas veces provocando la inestabilidad, la violencia recurriendo al fomento de violentas revueltas o incluso el terrorismo. La noticia tiene unas implicaciones que van mucho más allá de los bienintencionados deseos de ver una disminución de las candentes tensiones que han asolado la región desde hace décadas, algo incierto a la vista del historial de Irán.
China lleva incrementando su huella e influencia en el mundo de manera exponencial desde hace décadas, primero consolidando su posición como segunda economía del mundo y después convirtiéndose en un actor geopolítico y geoeconómico de primer orden. Hay muchos y excelentes estudios sobre el colosal salto que ha dado el EPL (Ejército Popular de Liberación) convirtiendo a China en la segunda potencia militar del mundo en términos convencionales y la tercera en términos de armamento nuclear. El EPL ha pasado de ser un elemento de control e intimidación interno a un brazo esencial de proyección de fuerza y poderío internacional, con las limitaciones del Estrecho de Malaca, el cuello de botella de su economía, pues por ahí pasan el 70% de sus exportaciones e importaciones, o la rivalidad con casi todos sus vecinos del Mar del Sur de China. Nada de esto se entiende sin meter en la complicada ecuación la profunda e histórica rivalidad indo-china, que se agrava con la creciente proyección de la influencia india con su «soft power» y su «hard power», sus Fuerzas Armadas y su arsenal nuclear, así como, su inteligente política exterior, y su espectacular desarrollo económico y científico sobre todo en la última década, que contrasta con la desconfianza que genera China en el mundo y el enfriamiento de su economía.
China extiende su huella por medio de una estudiada combinación de poderío económico-financiero-comercial-inversor. China no concibe la potencia geopolítica sin una sólida base geoeconómica, a diferencia de Rusia que sólo tiene la palanca del gas como arma de presión en ese terreno. China apoya sin complejos a los regímenes y dirigentes más favorables a sus intereses que son, muchas veces, regímenes abiertamente hostiles a sus adversarios occidentales. Además, China ha mantenido unas estructuras de penetración e interferencia de los que rara vez se habla, sus ciber ejércitos así como sus muy activos y agresivos servicios de inteligencia. Sólo en EEUU el FBI y el Departamento de Justicia abren una investigación judicializada por espionaje chino cada siete horas. Tampoco debemos olvidar su creciente número de bases militares en el extranjero, especialmente en el Mar del Sur de China y África. La alianza AUKUS (Australia, Reino Unido y EEUU) y el suministro de submarinos de propulsión nuclear a Australia es el primer intento serio de contrarrestar el expansionismo chino en el Pacífico.
Cabe preguntarse si el innegable éxito diplomático chino no se debe a partes iguales a sus crecientes ambiciones y al desistimiento en la región de Oriente Medio de los EEUU. Lo cierto es que las principales potencias de la Región perciben un cierto ocaso de Occidente, con EEUU a la cabeza y su influencia global y buscan garantizar y defender sus intereses con quien les dé apoyo además de ser clientes de extraordinaria importancia. No conviene olvidar que tanto Irán como Arabia Saudí son suministradores esenciales de petróleo de China. Los países más importantes del Golfo están buscando el complicado equilibrio de mantener excelentes relaciones entre los EEUU y China.
De lo que no cabe duda es que se está produciendo un profundo cambio en la geopolítica mundial, en el que las rivalidades entre antiguos enemigos se están tornando en enemistades acérrimas que van a presidir el panorama mundial durante las próximas décadas. Occidente pesa cada vez menos en la demografía y economía mundiales, y si no pone el acelerador puede perder también la única ventaja clara que le queda, la científica y tecnológica.
Lejos queda aquella hermosa doctrina de la Política Exterior china que no paraban de repetirme en un viaje oficial que hice a China en 2007: «Queremos construir y proyectar una China armoniosa en un mundo armonioso».
Gustavo de Arísteguies Diplomático. Ha sido Embajador de España.
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