
Eleuteria
Ortega y Roig, ¿culpables?
La izquierda radical nos lleva al desastre: sustituye los incentivos de la excelencia por la coacción del poder
Para la izquierda radical, todo problema social tiene la misma causa: el ánimo lucro. Si hay corrupción, desigualdad, escasez o incluso apagones, la culpa siempre recae en los empresarios que, movidos por su insaciable afán de beneficios, «pervierten» el funcionamiento natural de la sociedad. De ahí que su receta mágica sea siempre la misma: más Estado, más nacionalización, menos libertad económica. El mercado es el enemigo, y el Estado es la solución.
Este patrón explicativo se ha vuelto a activar a cuenta del reciente apagón ibérico. ¿Quiénes son los villanos para cierta izquierda radical? Amancio Ortega y Juan Roig, los dos empresarios más ricos de España. Pero, ¿qué tienen que ver con la estabilidad de la red eléctrica? Poco o nada. Pero para ciertos sectores ideológicos eso no importa: basta con encontrar un ángulo narrativo que permita señalarles con el dedo.
En el caso de Amancio Ortega, se ha difundido que, al poseer el 5% del capital de Red Eléctrica de España a través de su sociedad Pontegadea, tendría algún tipo de responsabilidad en el apagón (como si hubiese presionado a REE a no invertir en la estabilidad de la red para así maximizar beneficios). Esto, a pesar de que el accionista de control sigue siendo la SEPI (con el 20%), que la ley impide que accionistas privados superen ese umbral del 5% y que siete de los doce consejeros del Consejo de administración de Red Eléctrica (incluyendo la presidenta) son directamente o indirectamente designados por el Gobierno. Ortega, en definitiva, no pinta absolutamente nada en la gestión. Su participación equivale, en la práctica, a haber comprado bonos de la empresa: tiene derecho a una rentabilidad, pero no a orientar el rumbo de la compañía.
En el caso de Juan Roig, la «acusación» es todavía más surrealista: se le culpa de haber ganado dinero durante el apagón porque Mercadona fue uno de los pocos supermercados que permanecieron abiertos. ¿Por qué pudo hacerlo? Porque había invertido previamente en sistemas autónomos de generación eléctrica para todos sus establecimientos. Es decir, se le critica por haber hecho las inversiones que precisamente otros no hicieron y que permitieron mantener el servicio en esos momentos.
Y así a uno, Ortega, se le culpa de no haber querido invertir lo suficiente y al otro, Roig, de haber invertido demasiado. El problema, como decíamos, es siempre el mismo: si ganan dinero es que son malvados. Pero esto es justamente al revés: quien gana dinero de forma sostenida en un mercado competitivo es que lo está haciendo sostenidamente bien. Por eso la izquierda radical nos lleva al desastre: sustituye los incentivos de la excelencia por la coacción del poder.
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