Quisicosas
Otra vez «Ley de Prensa»
La democracia es plural y molesta, porque se trata justamente de eso, de que las diferencias discurran por los cauces públicos pacíficos
Quién nos lo iba a decir, una Ley de Prensa como la de la dictadura de Franco. Nos habíamos librado de eso y ahora el presidente repite los peores errores de nuestra historia. Me dicen mis amigos de izquierdas que es que «hay cosas intolerables, como un Alvise, que enrarecen el ambiente y nos enfrentan». Es el mismo argumento del «caudillo», que incautaba «La Codorniz» porque su humor le resultaba un fango intolerable para la convivencia. No me creo que tenga que escribir de esto, de verdad.
Es mentira que se trate de proteger la democracia. La democracia es plural y molesta, porque se trata justamente de eso, de que las diferencias discurran por los cauces públicos pacíficos. Son los jueces los que establecen los límites que convierten en crimen la libertad de expresión. Todo lo demás es dictadura. Se argumenta que no va a haber censura, ni previa ni posterior, pero es falso. Si tú le niegas financiación a un medio, lo censuras, y si lanzas a tu jauría de «trolls» contra él, argumentando que no te gusta que lo financie una administración del PP o de Vox o de Perico el de los palotes, lo censuras también. A mí de da igual que la información sobre Begoña Gómez, sus enchufes y sus contratos y cátedras los publique La Razón o el último digital de barrio. Lo único que quiero saber es lo que pasa. Y si la información no es tal, si es calumnia, ya se ocupará el juez de sancionar al medio.
Vamos a asistir a la caza de brujas de la web de internet que moleste a Pedro Sánchez. Veremos titulares del color: «La página que critica a Begoña está financiada por la oposición». Y la opinión, aleccionada, se arrojará sobre el medio. Los digitales se acochinarán. Eso se llama matar al mensajero.
Dicen que es una directiva europea, no es cierto. El texto europeo subraya la necesidad de que los usuarios puedan conocer las tiradas o las audiencias y eso ya se hace público en España. También, que se sepa quién compone el accionariado, y eso es público y está en el registro. A partir de ahora se trata de poder señalar y «cancelar», en el mejor estilo de la cultura «woke».
Si Trump es víctima de un bulo sobre las mascotas que se comen los haitianos, es deber de la oposición y los medios afeárselo, pero no puede el gobierno de turno lanzar sus mastines contra quien haya publicado semejante desafuero. Serán los tribunales los que lo sancionen, si es que toca.
Aquí se están trastocando los papeles peligrosamente. Un ejecutivo que pastorea a los medios, que decide cuáles «valen» y cuáles no, es un ejecutivo totalitario. Y no hay nada que matizar en esta expresión.
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