El trípode

Otro cisma alemán mientras arde Roma

No es necesario ser un teólogo para comprobar que lo que el Sínodo ha aprobado es incompatible con la moral y la doctrina católicas en cuestiones tan importantes como los sacramentos del bautismo, el matrimonio y el orden sacerdotal

Pope Francis holds his weekly general audience in St. Peter's Square at The Vatican, Wednesday, March 15, 2023. (AP Photo/Alessandra Tarantino)
Vatican PopeASSOCIATED PRESSAgencia AP

Hace cinco siglos, el 31 de octubre de 1517, el alemán Lutero materializó el cisma protestante que significó el fin de la Cristiandad de la Edad Media, tanto propiamente católica o latina como ortodoxa. Cristiandad que había durado mil años, desde la caída de la capital del Imperio Romano de Occidente en el siglo V hasta el XV con la caída de Constantinopla/Bizancio, su homónima de Oriente.

Ahora, algunos émulos de Lutero han querido dar un golpe definitivo a la Iglesia Católica en Alemania con el desdichado Sínodo, que el pasado fin de semana acabó de aprobar sus conclusiones. Sin duda son cismáticos, pero no tontos, conocedores de la promesa de Jesucristo de que «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (la Iglesia), y no actúan como aquellos heresiarcas tradicionales que se iban de la Iglesia Católica para fundar la suya particular, sino que pretenden quedarse y derogar desde dentro la doctrina de la fe católica. No es necesario ser un teólogo para comprobar que lo que el Sínodo ha aprobado es incompatible con la moral y la doctrina católicas en cuestiones tan importantes como los sacramentos del bautismo, el matrimonio y el orden sacerdotal, asumiendo íntegramente la ideología de género hasta límites inconcebibles. Una clara mayoría de obispos han aprobado ese documento, 38 de 58, con 13 lavándose las manos absteniéndose y solo 7 contrarios. Literalmente reivindican la transexualidad para acceder a los seminarios sin poder exigirse la condición biológica sexual a quien, siendo físicamente mujer, se haya declarado varón. La consecuencia es que una vez «ordenado», puede cambiar de nuevo su género y volver a ser mujer y convertirse automáticamente en sacerdotisa. Por supuesto se bendicen todo tipo de uniones –sacramentales o no, heterosexuales o del mismo sexo–, pudiendo ser realizadas tanto por laicos varones o mujeres, que a su vez podrían pronunciar homilías durante la misa. Es evidente su voluntad anticatólica, acreditada porque todas esas demandas ya están a su disposición en las comunidades eclesiales surgidas del cisma protestante en sus diversas ramas: anglicana, calvinista, luterana, etc. Por cierto, que por menos de esto se ha producido un cisma en la Iglesia Anglicana. Las cosas han ido ya demasiado lejos, con cuatro años de sinodalidad que evocan esos mismos años que mediaron desde que Lutero clavó sus 95 Tesis en Wittenberg y su posterior excomunión. Por desgracia, esos años facilitaron el cisma, lo que hace urgente una actuación del único que tiene la autoridad para cesar y apartar de la Iglesia a esos obispos heréticos.