La situación
Patriotismo de partido
«Se deja de ser patriota si no se comparte la línea de pensamiento que el líder del partido marque en cada momento»
Los arquitectos de la Transición consideraron que la manera de salir de la dictadura y hacer sostenible la democracia a largo plazo consistía en dar un poder muy destacado a los partidos políticos. Era necesario hacerlo porque, después de casi cuarenta años sin libertades, resultaba necesario articular unos partidos fuertes a través de los que vehicular las aspiraciones democráticas de los españoles.
Pero pasó el tiempo y, en buena medida, el sistema derivó en una especie de partitocracia, que restó capacidad de influencia a la sociedad civil, y en la que cientos de miles de personas terminaron por depender del partido para su propia prosperidad personal. El resultado de estos efectos colaterales fue el patriotismo de partido, entendido como la necesidad (más que la voluntad) de que el partido al que un determinado ciudadano pueda pertenecer esté en el poder, sin reparar en los medios para conseguirlo. No es un problema solo español, pero sí es un problema muy español.
El escalón siguiente lo vivimos en estos días: algún militante destacado de un partido hace oír su voz discrepante con la del líder y, de inmediato, engrosa la lista de traidores insultables. Ocurre en el caso de la amnistía, cuando se considera obligado que cualquier afiliado al PSOE debe opinar aquello que opine el secretario general. Y eso afecta a los cambios bruscos de criterio. Es decir, si Pedro Sánchez estableció hasta el 20 de julio que la amnistía era inconstitucional y, por tanto, nunca habría una ley para amnistiar a Puigdemont (lo dijo ese día en el programa Al Rojo Vivo de laSexta), todos los socialistas debían tener esa opinión. Pero si después de esa fecha, el líder acomete un viraje completo para establecer que hay que aplicar la amnistía con urgencia, todos los socialistas deben virar al mismo ritmo y con igual entusiasmo.
El patriotismo de partido está muy por encima del patriotismo, hasta el punto de considerar que se deja de ser patriota si no se comparte la línea de pensamiento que el líder del partido marque en cada momento, aunque sea contradictoria con la que mantenía en el momento anterior.
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