El bisturí
El PNV elige entre prosperidad o ser arrollado por Bildu
Al margen de sus devaneos nacionalistas, al PNV le unen más cosas con el PP que con el PSOE
La responsable decisión de Vox de echarse a un lado y ceder sus diputados al PP a cambio de nada para la formación de un Gobierno constitucional, sin herederos de ETA ni secesionistas catalanes, sitúa todo el foco del arranque de la nueva legislatura en el PNV. En manos de la formación vasca está conceder el poder a Alberto Núñez Feijóo o permitir que Pedro Sánchez lo revalide, como ha ocurrido durante los últimos cuatro años. Ahí es nada. A simple vista, un mero vistazo a la historia debería servir para allanar la decisión a los de Andoni Ortuzar. Al margen de sus devaneos nacionalistas, al PNV le unen más cosas con el PP que con el PSOE. Es un partido conservador, más de derechas que de izquierdas, de corte católico y defensor a ultranza de una recta gestión económica. Su respaldo al Ejecutivo de José María Aznar en la primera legislatura en la que el PP logró el poder, allá por 1996, permitió a España alcanzar un nivel de prosperidad sin precedentes que tuvo su traslación en el País Vasco. En apenas cuatro años, el esplendor de esta autonomía y del país en su conjunto contribuyó a taponar los agujeros heredados del último Gobierno de Felipe González. El PIB se disparó y la Seguridad Social pudo conformar incluso una hucha de reserva para abonar esas pensiones que tanto preocupan a los ciudadanos vascos. Reserva, por cierto, que los Ejecutivos posteriores han dilapidado. El matrimonio PP-PNV, al que se sumó CiU, constituyó un éxito con mayúsculas, sin comparación alguna con el resultado que ha arrojado el conformado con el PSOE en esta legislatura. Caminar de la mano de Sánchez ha supuesto a los de Ortuzar una sangría de votos descomunal y ha dado alas a Bildu, convirtiéndola en la primera fuerza política del País Vasco. Pero hay más. Los nubarrones económicos que se avecinan no auguran precisamente prosperidad en el País Vasco, ni sosiego para los pensionistas. Bajo las actuales políticas económicas de las izquierdas, con una deuda disparada por su apuesta de disparar el gasto público a cambio de amasar votos, las perspectivas han dejado de ser halagüeñas. ¿Cómo se revalorizarán las pensiones si el presupuesto tendrá que dirigirse, necesariamente, al pago de los intereses de los empréstitos públicos? ¿Qué les dirá entonces Ortuzar a sus votantes? El simple análisis de estas disyuntivas tendría que facilitar al PNV su decisión, pero este partido anda también acomplejado, como le sucede al PP, ante el enorme poder mediático del PSOE y sus afines. Esos complejos pueden dar al traste con el ascenso de Núñez Feijóo a la presidencia del Gobierno y otorgar de nuevo el poder a Sánchez, que a la postre es quien escribe el relato del acontecer con ayuda de sus enormes tentáculos periodísticos. Ese relato pasa por demonizar a Vox equiparándolo con un partido fascista, y por blanquear a Bildu y a los secesionistas de Junts, como si fueran adalides de la democracia. También pasa por caricaturizar a todos los que caminen por la misma senda que los de Abascal y a ensalzar a los que lo hagan por la trazada por Arnaldo Otegui y Puigdemont. El PNV ya sabe el resultado de sucumbir a estos complejos: acabar poco menos que fagocitado a manos de Bildu. Atreverse a contradecir el discurso dominante requiere una altura de miras que ya tuvo a finales del siglo pasado. Sólo hay que atreverse.
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