
El canto del cuco
La Prensa, en el barro
En la mayor catástrofe natural del siglo me parece que la Prensa en general ha cumplido, pero ha sido víctima de los intereses partidistas e ideológicos
El mal tiempo meteorológico se une al mal tiempo político. Eso deprime a cualquiera. La gente está cansada de malas noticias. Me parece que ha llegado ya a la saturación. Se niega a seguir contando muertos, ve ya con indiferencia las imágenes de la destrucción –las calles embarradas, los coches amontonados, las escobas de los voluntarios y el desamparo de los afectados– y observa con irritación las peleas de los políticos echándose el barro y los muertos a la cara unos a otros. Los medios de comunicación seguimos manteniendo la vieja creencia de que sólo las malas noticias son noticia. Siguiendo esta maldita norma, tendemos a ofrecer el aspecto más lóbrego de la realidad y lo más despreciable de la política, lo que no deja de ser una sutil deformación. Conseguimos con eso que el personal se olvide de los medios y maldiga a los políticos.
Es justo reconocer que el periodismo llegó antes que el Ejército a Valencia. Y mucho antes que el presidente del Gobierno y la vicepresidente responsable de la información del tiempo y de la cuenca del Júcar, que aún no ha aparecido cuando escribo esto. Los periodistas llegaron antes incluso que los voluntarios, sin que hayan recibido ningún tipo de reconocimiento público. Salvo algún estridente reportaje, como el de los inexistentes muertos en un aparcamiento comercial, se ha informado del drama humano con aceptable objetividad y suficiencia. Si acaso, con redundancia y falta de originalidad, algo inevitable, y con excesiva atención a la agenda mínima de los políticos desde el día que comenzó el drama. En general, la Prensa ha prestado un buen servicio informativo a la comunidad. Otra cosa han sido las interpretaciones y los análisis. En eso cada cual hemos echado nuestro cuarto a espadas, siguiendo el también inmutable principio de que las opiniones son libres.
En la mayor catástrofe natural del siglo me parece que la Prensa en general ha cumplido, pero ha sido víctima de los intereses partidistas e ideológicos. No ha sido capaz de superar la encarnizada división política, como ha hecho la gente del pueblo uniendo sus manos frente a la desgracia ajena. El Gobierno, con más medios y mucha más astucia, le ha ganado de entrada la «batalla del relato» a la oposición. Tanto el periodismo cercano al sanchismo como el contrario al mismo, hemos caído casi todos los comentaristas en el barro de Valencia. Entre unos y otros hemos oscurecido más el ambiente, alentando el enfrentamiento y resaltando lo tenebroso sobre lo luminoso cuando más falta hacía forzar la colaboración política y alumbrar esperanza.
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