El canto del cuco

Un proceso cargado de política

En este singular y ruidoso proceso se pone a prueba la resistencia del Tribunal Supremo, el último reducto en pie después de la caída del resto de instituciones, empezando por el Tribunal Constitucional

Asistimos a un proceso insólito en el Tribunal Supremo. El acusado es el fiscal general del Estado. Pero el reo no se sienta en el banquillo, sino en el estrado. El banquillo está vacío. La fiscal de sala le defiende y hostiga a los testigos de la acusación, en vez de cumplir su razón de ser, que es la contraria. Lo mismo hace la Abogacía del Estado, encargada de defender el Estado de derecho, aparentemente agredido en este caso desde el poder político. Unos y otros actúan en defensa del Gobierno de Pedro Sánchez, que es el supuesto inductor del delito de la filtración. O sea, el mundo al revés. Por si fuera poco, desde el Gobierno pregonan que esto es un circo y mantienen en su objetivo destructor a la presidente de la Comunidad de Madrid, mientras multiplican los ataques contra el Tribunal Supremo, última barrera para contener el avance amenazador de la autocracia. El proceso contra el fiscal general está siendo utilizado desde la izquierda gobernante para dar un golpe más a la base del sistema democrático vigente.

La sentencia contra el alto tribunal está ya presumiblemente escrita en La Moncloa. Para eso sirve el enjambre de asesores especialistas en el «relato». Si hay condena para el fiscal García Ortiz, las descalificaciones contra los jueces van a ser estruendosas, y si, al final, después de tanto ruido, lo absuelven por falta de pruebas, el alboroto no será menor. Hablarán de farsa con guion político, urdida para desprestigiar al Gobierno socialista, y arremeterán contra el Tribunal Supremo con nombres y apellidos. La eventual condena del fiscal general del Estado sería un duro golpe para el sanchismo, cuya capacidad de resistencia está, sin embargo, garantizada. ¿Qué poder desestabilizador puede tener la caída de este personaje insignificante –pase lo que pase, ya inservible– para un presidente que sigue ahí, tan campante, sin apoyo parlamentario después de lo de Junts, y sin Presupuestos, rodeado de cerca por la Justicia y abucheado en la calle?

En este singular y ruidoso proceso se pone a prueba la resistencia del Tribunal Supremo, el último reducto en pie después de la caída del resto de instituciones, empezando por el Tribunal Constitucional. El pulso está en todo lo alto. Si es capaz de resistir las enormes presiones políticas, estamos salvados. Más pronto que tarde, la historia dictará su veredicto inapelable. Quizá alguien, compasivo, le aplique entonces a Pedro Sánchez la sentencia del juez inglés lord Bowen: «Un ciego en un cuarto oscuro buscando un sombrero negro que no estaba allí».